Mi larga experiencia sobre la ineficacia de innumerables resoluciones adoptadas en organismos internacionales se evidenció el 19 de abril del 2005. La reunión de ministros de Relaciones Exteriores del “Grupo de Río” realizada en Brasilia y en la cual se advirtió al continente del intento de violar el orden constitucional en Ecuador, no sirvió de nada, solo para que Insulza, conocido en el continente por su infinita irresponsabilidad, bailara sobre el cuerpo debilitado de la Carta Democrática Interamericana. Sobre la materia, Felipe Burbano de Lara, columnista de la sección Opinión del Diario EL UNIVERSO, nos reta con importantes opiniones que incitan al país a abrir una lucha de ideas sobre un tema muy espinoso; en honor a la verdad y como debe hablar la gente de honor, con gala de verticalidad, anotó que el presidente Lucio “fue sacado del palacio de Gobierno en un helicóptero militar”. Así es y es un hecho de política delincuencial sacarlo a la fuerza por orden del alto mando militar; por simple lógica, alguien tiene que responder por esto.

A los diez años del ilegal derrocamiento de dicho régimen, por primera vez y efectivamente con audacia y valentía, Gutiérrez comienza a develar públicamente los hechos. Aún no se ha dicho todo, por ejemplo, si ha llegado el tiempo de examinar legajos de pruebas con mención de personas, grupos de poder, gobiernos y entidades terroristas: entrenamiento de guerrillas urbanas y células de acción desestabilizadoras de la democracia, activadas para operar en el país en aquel entonces.

Estoy de acuerdo con el columnista Burbano de Lara, había delicados asuntos que enfrentaba el régimen: carecía de un bloque parlamentario mayoritario; ruptura con los indígenas; alianza con el PRE; movilizaciones en Quito y una semana entera de protestas forajidas. Sin embargo, ha quedado como deber de la historia saber si eran razones suficientes para defenestrar a un gobierno elegido por el voto mayoritario del pueblo, con prueba de excelentes resultados sociales y económicos; además, resolver varias interrogantes con nitidez, como aquello de que “los militares intervinieron al final de un largo proceso cuando resultaba ya claro que el presidente había perdido toda posibilidad de gobernar”. ¿Se trató de un golpe de Estado? No hay ninguna duda, por la simple razón de que el sistema legal no contiene disposición alguna para suponer que los militares tienen vía libre y definir “al final” la vida o la muerte de un mandatario constitucionalmente electo. Aquí se halla la esencia del largo camino de la inestabilidad política del país y de América: se dirá, Lucio apoyó igualmente la lucha del pueblo el 21 de enero del 2000, resultado de lo cual cayó el gobierno de Mahuad; cierto, por ello fue a la cárcel y fue defenestrado de su carrera militar, aunque felizmente en hecho posterior y en franco entendimiento de respeto político a la nación se sometió con gallardía a las reglas de la democracia y en las urnas lo eligieron presidente.

Si el 20 de abril del 2005 había tantas y tan graves razones para derrocarlo, ¿por qué nadie en el país se sumó a las protestas minoritarias en Quito?, alguien hasta la fecha asumió la responsabilidad de por qué el Congreso Nacional no lo llamó a juicio político como dicta la Constitución para que corrija o absuelva las demandas, o es que en Ecuador cualquier grupo de oposición interesado califica “los fracasos presidenciales” y, sin más, refugiados en la fragilidad de nuestras instituciones democráticas dan rienda suelta a sus ambiciones.

Para seguir, de acuerdo con el columnista Burbano de Lara, y a fin de que la democracia deje de estar pegada con alfileres, y sobre todo con el propósito de “descifrar con mayor precisión las lógicas que mueven a los actores políticos (militares) y sociales en sus luchas por el poder”, debo decir que no estoy de acuerdo con él cuando dice: “sistemático encubrimiento del pasado, como pretendió Gutiérrez en su recorrido mediático de la semana última”. Justamente, de lo que se trata es de llegar a la luz de la verdad: por ejemplo, me place, para comenzar, revelar que el vicepresidente Palacio insistió en ser nombrado representante permanente de Ecuador en las Naciones Unidas, semanas antes del golpe (…), lo digo despacio y subrayado.(O)

Patricio Zuquilanda Duque, Quito