El presidente de la República debería cuidar más sus palabras y evitar esas sentencias categóricas, rotundas –como la repetidísima frase “somos más, muchísimos más”– a la luz de una serie de datos que la propia realidad empieza a lanzar. Las encuestas más recientes sobre su credibilidad y estilo de gobernar, difundidas hace una semana por Cedatos, dan señales de alarma. Por primera vez desde el 2007, quienes no creen en la palabra del presidente (49%) superan a quienes todavía le creen (45%), habiendo sido los meses de febrero y marzo desastrosos para Correa.

Se trata de una encuesta nacional realizada entre el 1 y el 10 de abril en 15 ciudades de la Sierra y la Costa sobre una muestra de 2.122 hogares. El segundo dato preocupante para Alianza PAIS sale de la posición de los entrevistados hacia la “actitud y forma de ser del presidente”, un tema sobre el cual Cedatos ha indagado desde el 2007. En la última medición, el resultado es dramático: quienes están en desacuerdo con la actitud y forma de ser de Correa (58%) superan en 21 puntos a quienes todavía valoran su estilo (37%). Aun cuando sobre este aspecto los negativos superaban a los positivos ya desde diciembre, febrero y marzo se muestran igualmente críticos. También la información de Cedatos muestra que han existido otros momentos en la larga trayectoria de Correa en los cuales la desaprobación a su estilo superaba a la aprobación.

Los dos datos unidos muestran algo que en la concentración oficialista del 1 de mayo en la plaza de Santo Domingo resultaba notorio: la poca emoción con el discurso de Correa. Cuando el presidente repetía “somos más, muchísimos más”, apenas se escuchaban unos aplausos lánguidos, tenues, lejanos. Era perceptible una desconexión entre el líder y las masas, un carisma rutinizado –para decirlo en términos weberianos– fruto de una sobreexplotación por parte de Alianza PAIS de su más fuerte recurso político; pero también al hecho de que Correa ya no significa lo mismo que hace siete años: dejó de ser un liderazgo transgresor, cuestionador del orden, prometedor de sueños y cambios, para ser la expresión de una nueva estructura de dominación y poder que despierta múltiples interrogantes.

En la marcha opositora del 1 de mayo, numerosa, heterogénea, que muestra una recuperación de la capacidad de movimiento de organizaciones y colectivos, resultaban evidentes tres consignas transversales: el rechazo a la reelección indefinida, el cuestionamiento a la arrogancia de Correa (lo que mide Cedatos como actitud y forma de ser) y la reforma última al Seguro Social, presentada en carteles y parodias como un saqueo a los recursos de los afiliados.

Si bien una mayoría importante aún aprueba la gestión del presidente (14% de positivos), la pérdida de credibilidad y el cansancio con su estilo muestran una revolución fatigada, cansada, sin emoción carismática, dominada crecientemente por el aparato de propaganda y de gobierno. Un sano consejo al presidente sería cuidar mejor lo que dice, evitar frases trilladas, riesgosas, como aquella de “somos más, muchísimos más”, en la cual ha querido legitimar su derecho a gobernar. La pregunta obvia, que hoy empieza a rondar como un fantasma, debe sonar tenebrosa: ¿Y si son menos? ¿Y si no son capaces de remontar los duros reveses de febrero y marzo? ¿Y si la tendencia de los últimos meses sigue? ¡Ayayay! (O)