No tengo cuenta de Facebook ni Instagram, abrí una de Twitter pero perdí dos veces la clave. Sin embargo, el WhatsApp me parece un avance muy amigable de la tecnología, para todas las edades, por supuesto sin dejarnos absorber de modo que afecte el compartir con los más íntimos de nuestra casa.

Los grupos pueden ser formidables porque tienen un efecto relacionador inigualable.

En primer lugar, el de la propia familia cuando ya cada hijo vive aparte porque mantiene la relación entre todos y los padres disfrutamos las bromas entre hermanos, recibimos las fotos de los nietos al instante y disfrutamos sus momentos más especiales con ellos. Ya no tengo que llamar a cada uno para invitarlos a comer porque un solo mensaje va para todos igual.

Si viajan nos enteramos de sus movimientos y experiencias, compartimos sus emociones, salidas y llegadas que enseguida se acompañan con bendiciones de todos. Este grupo es como volver a la vida familiar.

Este chat es, sin duda el preferido, el que primero se abre y responde aunque los otros también son una fuente de comunicación que permite mantener y profundizar otras relaciones familiares, las amistades y el compañerismo.

Disfruto con el chat de mis compañeras de colegio que tanto bien nos hace a todas. Qué bendición estar al día con lo que nos ocurre y mantenernos solidarias apoyándonos mutuamente, enriqueciéndonos espiritualmente con reflexiones diarias, alegrándonos de las buenas noticias, lamentando las tristes, intercambiando novedades y también riendo de las ocurrencias.

Con el WhatsApp comprobé que mis primas son mujeres fuera de serie: solidarias, cariñosas, caritativas, espirituales, con el característico humor familiar. Comunicarme con las menores y con quienes tenía menos oportunidades de encuentros ha sido tremendamente renovador y sorprendente. Del chat surge la necesidad de reunirse y compartir personalmente en sencillas reuniones que no hacíamos antes.

Y aunque no todas logren asistir ahí va la foto grupal por el WhatsApp de inmediato y el resto ausente también se conecta.

Según algunos expertos, las mujeres tenemos 8.000 palabras para cada día y como en el chat somos algunas, no logro a veces seguir el ritmo y suelo atrasarme para responder. Me toca entonces elaborar una respuesta para ponerme al día con todas. Pero no importa, porque he podido disfrutar de sus diálogos, novedades de hijos, nietos y unos pocos biznietos, identificarlos en las fotos y también unirme a las preocupaciones y rezos por quien necesite y reírme de las ocurrencias, bromas y comentarios jocosos.

Los primos no quisieron quedarse atrás y formaron otro grupo. Ellos sorprenden con sus mensajes serios y chistosos, con sus fotos, videos y, sobre todo, por el interés que demuestran por mantener el contacto aun cuando viajan.

Por el lado paterno el chat con hermanos y sobrinos no es solo para invitaciones y felicitaciones de cumpleaños, sino para compartir también las últimas novedades y éxitos alentando el orgullo familiar y el cariño.

Bendito “comadreo” del siglo XXI. Disfrutémoslo sanamente. (O)