El excelentísimo señor presidente de la República dijo que se limitarán las utilidades que reciben los trabajadores en las empresas porque su reparto es inequitativo: algunos reciben hasta treinta mil dólares y otros, nada.

El excelentísimo señor presidente de la República con solo esa frase refleja nítidamente la realidad del país.

Siguiendo su lógica incontrastable, podríamos también afirmar que hay gente que anda a pie por los laberínticos senderos de la miseria, mientras otros –aquellos llamados a dar ejemplo de austeridad, modestia y recato– tienen a su disposición dos aviones, dos helicópteros y varios vehículos de lujo.

Hay gente que quisiera trabajar, sin conseguirlo, y hay otros que han logrado que en la burocracia se enquiste toda su familia: esposa, hijos, hermanos.

Hay quienes son asaltados cotidianamente en sus casas, en la calle, en sus negocios, mientras otros están protegidos a sol y a sombra por un numeroso personal de seguridad.

Hay personas que insultan, lanzan diatribas, calumnias contra el honor de los demás, y todo impunemente, mientras otras por expresar algo que no resulta del agrado de quien las escucha, son sometidas a juicios ominosos y condenadas a sanciones inquisitoriales.

Hay unos a quienes el aumento en el pasaje del transporte público afecta seriamente a su economía, mientras otros viajan al exterior continuamente, pasean, se hospedan en hoteles de cinco estrellas, todo a costa del Estado.

Hay unos que estiran el brazo para pedir caridad, mientras otros, con solo levantar la mano para cumplir la orden de consignar su voto, reciben un jugoso estipendio.

Hay quienes luego de deslomarse trabajando cuarenta años reciben una pensión miserable, mientras otros, sin saber cómo, de la noche a la mañana son poseedores de una fortuna que les sobrará no solo para esta vida, sino para las de sus hijos y sus nietos.

Así mismo es, excelentísimo señor presidente. Así mismo es de inequitativo este país, de injusto, de mal construido. Y no se ha enderezado. Eso es fácil comprobarlo. Hay de los unos, y hay de los otros.

Hay unos que no tienen con qué alimentar a sus hijos y otros que se solazan en contar lo que les brindan de desayuno en cada sitio donde van con su numerosa y costosísima caravana sabatina: bolones de verde, cebiche, hornado, tortillas de mariscos, jugos, empanadas.

Hay unos que por andar en bicicleta resultan atropellados, y hay otros que pedalean por carreteras que se cierran al tránsito mientras pasa el séquito que los escolta.

Hay unos que viven en casas construidas con cañas y cartones, y hay otros que tienen departamento en Bélgica.

Así mismo es, excelentísimo señor presidente de la República. Así mismo es. Unos ganan, otros pierden. Unos se regodean en lujos, otros a duras penas alcanzan a engañar el hambre.

Hay autores con varios libros excelentes que no pueden difundir, y hay otros que ordenan a sus escribanos que presenten su único título en cuanta feria internacional existe.

Unos han descubierto los placeres del buen vivir y otros lloran su vida con lágrimas de desolación, miseria y abandono.

Así mismo es, excelentísimo señor presidente, y por eso sus palabras referidas a las utilidades de los trabajadores pueden ser extrapoladas a otras áreas de la realidad: hay unos que tienen más, muchísimo más, y otros nada.

Así mismo es.(O)