Es correcto y viene bien en esta época de indiscutibles ataques a la libertad de expresión, y ante la desvalorización del concepto del servicio público, recordar los 100 años del natalicio de don Rafael Guerrero Valenzuela.

Quienes tuvimos el gran honor de conocerlo y colaborar con él, podemos dar fe absoluta de su amor, entrega y valentía de no amilanarse ante nada y ante nadie al momento de defender su ciudad, Guayaquil.

Fue honesto, enérgico, visionario y solidario.

De él tuvimos ejemplo de lo que es servir a los demás y no servirse de los demás; de no esperar más recompensa que la gratitud de una ciudadanía bien atendida; demostró que la sencillez de una persona está sobre los cargos, por importantes que sean.

En sus últimos años me expresó: “Serví a mi ciudad no tanto como quise hacerlo, sino como podía”; lo decía con gran humildad quien entregó por primera vez agua potable a Guayaquil cuando fue alcalde (1947-1950).

En materia de periodismo, su otra vocación de servicio, defendió a ultranza la libertad de prensa y el derecho de los ciudadanos a estar informados, aunque aquello le costó persecución y confinamiento pero jamás claudicó.

Razón y legado suficiente que viene muy bien evocar para que periodistas y dueños de medios rindan homenaje a Rafael Guerrero Valenzuela y a quienes les antecedieron, continuando con gallardía esa defensa por la libertad de prensa y opinión para que se entienda de una vez por todas que ese es un derecho irrenunciable.

De igual forma es importante tomar en cuenta aquel ejercicio público ejemplar de don Rafael, para autoridades, de modo que seamos capaces, como él lo fue, de lograr que la ciudadanía recuerde a quienes la sirvieron con verdadera vocación, generando bienestar y progreso a la comunidad.

No en vano su apellido fue Guerrero, personificando muy bien aquella frase tan nuestra (de la canción de Carlos Rubira Infante) “guayaquileño madera de guerrero”.(O)

Andrés Roche Pesantes,
Abogado, Guayaquil