Presentamos el martes pasado, en la Fundación EL UNIVERSO, el libro (publicado por Rimisp) que recoge lo mejor de las columnas de Manuel Chiriboga, aparecidas en esta página editorial durante 8 años. El título lo tomé prestado para esta columna; Bonil ilustró la portada.
En su artículo de julio 24 del 2014, ya desahuciado, se despidió de sus lectores.
Yo leía a Manuel cada domingo, tanto por el interés de nutrirme de lo que tenía que decirnos, como por curiosidad de saber si tocábamos el mismo tema, ya que publicábamos el mismo día.
La editora, la politóloga Grace Jaramillo, ordenó los comentarios por los cinco ejes más importantes. Manuel fue un investigador experto en el país rural; un pensador próximo al economista-filósofo Amartya Sen; jefe negociador del frustrado tratado de comercio con Estados Unidos. Todos estos temas, Manuel los abordó sistemáticamente.
Durante los años que escribió en estas páginas lo que más absorbió su atención fue la relación entre el socialismo en el poder y la democracia y desarrollo. “Apuntes de una crítica del poder” es el subtítulo de la obra, en reconocimiento a lo que a la postre fue el principal eje de sus columnas.
Uno de mis favoritos entre sus artículos es el del 12 de noviembre del 2007, titulado “Socialismo del siglo XXI”, en el cual narra la evolución de su pensamiento. Empieza revelando a los lectores: “Me formé políticamente en el socialismo y me pienso a mí mismo como socialista. Leí ampliamente a Marx como sociólogo, a Lenin como activista político, al Che Guevara como héroe...”.
El pesimismo sobre el futuro del capitalismo que caracteriza a Marx ya estaba sembrado en el pensamiento de los teóricos del capitalismo, Adam Smith y David Ricardo. Marx lo que hace es llevarlo a las últimas consecuencias y Manuel, siguiendo a Marx, ve al socialismo como una nueva etapa de justicia, desarrollo e innovación. El marxismo de Manuel fue más fiel a Marx de lo que fue el marxismo-leninismo que primó en la Unión Soviética.
Manuel, como muchos socialistas pensantes, a diferencia de socialistas viscerales, ajustó su cosmovisión al impacto de dos realidades:
–El oscurantismo, opresión y fracaso como sistema social y económico que caracterizó a la Unión Soviética y Europa del Este, que culminó con su implosión, y
–La revolución tecnológica que implica que el presente en los países más desarrollados, y el futuro en aquellos en vías de desarrollo, no es de un número creciente de obreros y decreciente de capitalistas que cada vez concentran más la riqueza, como lo preveía Marx. La sociedad del siglo XXI es muy distinta a la del siglo XIX y, por lo tanto, no puede forzarse a la realidad para que encaje dentro de los esquemas del filósofo alemán.
Concluye Manuel en esta rápida relación de su evolución ideológica, que su aspiración era que el entonces flamante Gobierno nacional autoproclamado socialista del siglo XXI “afiance la idea de justicia en progreso, en apertura, en democracia y en desarrollo sólido y sostenido”.
Que cada lector juzgue si el Gobierno satisfizo las aspiraciones de Manuel. (O)