Como era previsible, el presidente Correa aprovechó el espacio que le brindó la Cumbre de las Américas para reiterar sus opiniones sobre la prensa, señalando que así como la buena prensa es “vital para una buena democracia”, la mala prensa es “mortal” para la misma, concluyendo su intervención con la afirmación de que la prensa latinoamericana es “mala, muy mala”. No siendo novedad la permanente crítica del gobernante a los medios de comunicación, encuentro interesante analizar un caso práctico que podría ser útil para cuestionar la afirmación del mandatario o, en su lugar, para afirmar la tesis de la mala prensa en la región.

El análisis que propongo toma como referencia la posición de la revista brasileña Veja en el destape del gigantesco caso de corrupción de la compañía petrolera Petrobras, lo que ha provocado no solo el desplome del apoyo popular a la presidenta Dilma Rousseff, sino que también ha puesto al descubierto una enorme red de clientelismo y favores políticos que ha hecho tambalear el sistema político de Brasil. Lo que comenzó hace dos años como una investigación local de lavado de dinero en estaciones de gasolina y lavanderías (operación Lava Jato), se ha convertido posiblemente en el mayor escándalo de corrupción en la historia brasileña con sospechas de pagos y repartos a políticos, sin perjuicio de otras revelaciones de desvíos de dinero, entre las cuales se cuenta la evidencia de que el 3% del valor de varios contratos que firmó Petrobras fue destinado a las arcas del gobernante Partido de los Trabajadores.

Desde que se inició la investigación Lava Jato, la revista Veja fue muy activa, aportando información contundente que exponía cada vez más la enorme trama de corrupción que envolvía Petrobras. Para algunos, sin embargo, Veja se pasó de la raya cuando en octubre del año pasado, pocos días antes de la segunda vuelta electoral que permitiría la reelección de Rousseff, se animó a publicar en su portada un armado digital con las caras de Rousseff y del expresidente Lula da Silva, con una leyenda que decía “Eles sabiam de tudo”, con la directa insinuación de que tanto Dilma como Lula estaban al tanto de la red de corrupción. Inmediatamente la presidenta de Brasil señaló que el reportaje de Veja era un “terrorismo electoral”, una “manipulación periodística”, agregando que “Veja desinforma a sus lectores e intenta manipular la realidad de los hechos. Una vez más va a fracasar”.

Naturalmente, si la intención de Veja era evitar la reelección de Rousseff, su objetivo era erróneo y no fue cumplido, pero nadie puede dudar que la posición de la revista ha sido muy importante al momento de revelar el escándalo de corrupción de Petrobras. Veja es indudablemente un poderoso referente político en Brasil, seguramente un “umbral de falsedades”, una pésima prensa para sus detractores y un bálsamo de verdad, una extraordinaria prensa para sus fieles lectores. Cualquiera puede tomar una posición, es improcedente limitar el derecho a tomarla.(O)