La humanidad ha sido herida por invasiones, expoliaciones, exterminios étnicos. Heridas inferidas por quienes se consideraron (consideran) superiores. La experiencia deja lecciones: -Ninguna herida anterior “justifica” la siguiente. -Toda herida, si no se cierra interior y exteriormente, reaparece agrandada y purulenta.

Heridas recientes: -Nazismo, que sacrificó a millones de judíos; -Marxismo Staliniano, que deportó a centenares de miles de ucranianos a Siberia; -Fascismo, Franquismo que, como las anteriores, desconociendo el derecho paterno, inocularon su ideología a niños y jóvenes.

Heridas actuales: -Invasiones a países con materias primas. -Fanatismos seudorreligiosos: Estado Islámico, Boko Haram.

La raíz común de estas heridas es el menosprecio de la persona humana, cuyo respeto brota de la sana razón; en los creyentes, además, de su fe.

Las heridas buscaron sanación también en estados totalitarios. Los ciudadanos, comparativamente mejor atendidos, siguen llamando “democráticos” a lineamientos aprobados a media luz. ¡Los nombres han perdido su significación! Los ciudadanos comienzan a protestar, apenas logran darse cuenta de que son tratados como fichas, propiedad de sus gobernantes. Ideologías totalitarias (de “izquierda”, o “derecha”) coincidían en la progresiva absorción por parte del estado de derechos y responsabilidades ciudadanas; causaron en varios países, entre otros, en Europa Oriental, una postración estructural y mental. Gracias al ejercicio recobrado de libertad y responsabilidad ciudadanas, esos países son más justos en un nivel mejor.

¿Qué elementos comunes podemos encontrar en esas heridas recientes y actuales?

1. Definen de acuerdo a la ideología lo que es bueno y lo que es malo.

2. Menosprecian los derechos individuales (personales). La filosofía orientada por la fe, especialmente la cristiana, dice que la sociedad es el encuentro de personas; encuentro, en el que surge y crece el bien común. En interdependencia con la sociedad, la persona es la señora, no una cosa.

3. Menosprecian la necesidad irrenunciable de distribuir el poder en tres o más campos coordinados sí, pero realmente independientes.

La monarquía, entendida como centralización de todas las funciones y poderes en una sola cabeza y en una sola voluntad, reduce los elementos de juicio, de transparencia y decisión, con los consiguientes abusos. En la VII Cumbre de las Américas, algunos presidentes con cárceles, con menguadas libertades, con centralización de poderes, desdibujaron la democracia. Según la doctrina cristiana, los sistemas de organización de la sociedad deben orientarse a servir, no a oprimir los derechos humanos fundamentales de la persona.

Algunos gobernantes del siglo XXI quieren regresar a la autonomía ilimitada de los estados en el siglo XVIII. Hay instituciones internacionales, para el irrenunciable control y aliento estimulador; una de ellas, la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Debe estar integrada por abogados y juristas sin tacha ni arruga. Al leer y oír la afirmación de un candidato a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, presentado por Ecuador, la siguiente bandera colectivista, que ha oprimido a las personas: “Ya no se debe hablar de derechos individuales, sino de derechos colectivos” dudé: ¿Es tacha, es arruga de un candidato el menospreciar a la persona, especialmente sin poderes?(O)