Nada molesta más a un gobierno poco democrático que los números de la realidad lo contradigan. Argentina ha cortado por lo sano: ya no da información sobre temas escabrosos como pobreza e inflación. En Brasil, la lucha entre el ortodoxo ministro de Hacienda Levy y la presidenta va camino a un choque de trenes a muy corto plazo, y así otros países que no quieren saber cuántos crímenes ni cuántos pobres tienen en su territorio. Persiguen a los mensajeros, a los que culpan de manipular los números para crear una conmoción interna, cuando en verdad solo reflejan la realidad que no quiere ser admitida y pretende ser sepultada por el discurso.

Tenemos que acostumbrarnos a entender que aquello que no se mide... no existe. Y que no se puede tapar el sol (o la realidad) con un dedo. Varios de los países líderes en materia de “reformas y cambios” se enfrentan hoy a una dura realidad como consecuencia de los bajos precios del petróleo y otros commodities. Hay que administrar la dura realidad que durante mucho tiempo, como consecuencia de la abundancia, se convirtió en una gran fiesta dilapidadora que construyó un electorado fiel pero que ahora tiende a perder sus favores. La clara demostración de un Brasil incapaz de sostener su realidad al punto de contratar a un aplicado alumno de la escuela de Chicago como ministro de Hacienda del partido de los trabajadores es una excelente metáfora para graficar el temor a una economía rumbo al despeñadero.

La realidad ha devuelto el verdadero rostro de un subcontinente convertido en escenario retórico de construcción de “paraísos” que hoy comienzan a ser cuestionados y rechazados. La pobreza volverá a subir, el crimen se incrementará y la gobernabilidad se convertirá en algo más difícil de sostener. Esos son los pronósticos movidos por una sola fuerza: la realidad. La que no se puede esconder cuando la inflación, como en Brasil, se devora los escasos ingresos de muchos o cuando los becarios paraguayos en Venezuela gritan desde ese país que no les alcanza la mesada ni para comer una semana. Ahí es donde confronta la ideología con la realidad, los números con los discursos, haciendo que la retórica se vuelva más hueca que nunca.

Gran parte de los países aburridos o grises comenzarán a emerger como referencias de orden y disciplina, en tanto que aquellos que hicieron de la audacia económica su motor fundamental empiezan a llorar la realidad en la que viven mientras se multiplican las manifestaciones callejeras en su contra. Con un Estados Unidos nada interesado en conversar con los mandatarios del Sur en la próxima cumbre de Panamá y con la foto del saludo entre Obama y Castro de fondo, la realidad comienza a pasar la factura a muchos de los charlatanes de una feria a obscuras, sin premios y sin gente. (O)

La pobreza volverá a subir, el crimen se incrementará y la gobernabilidad se convertirá en algo más difícil de sostener. Esos son los pronósticos movidos por una sola fuerza: la realidad.