Vehículos, casas, contenedores y personas son arrastrados por enfurecidos ríos de barro y piedras, ante el llanto y la impotencia de testigos suplicando clemencia divina. Carabineros reducen bruscamente a un desesperado hombre que trata de quemarse a lo bonzo junto con su mujer embarazada y su pequeña hija, acusando lentitud de las autoridades. Chile se enluta por las fuertes lluvias que, según ciertos funcionarios gubernamentales, protagonizan el mayor desastre pluviométrico en nueve décadas, ocasionando destrucción desde Antofagasta hasta Coquimbo, con calles convertidas en ríos, hospitales inundados, carreteras cortadas, desabastecimiento y especulaciones –principalmente del agua– y saqueos, a pesar del estado de excepción declarado por el gobierno.

Diez muertos, veinte desaparecidos, diez mil damnificados, cifras que podrían incrementarse al contactar zonas incomunicadas, entristecen más el panorama de una naturaleza que no da tregua, con terremotos; incendios, como en Valparaíso y forestales; sequías con temperaturas inusuales en el sur; temblores; erupciones volcánicas; deslaves; aluviones, etcétera. Expertos señalan que algunos de estos eventos que afectan al mundo entero corresponden a cambios climáticos generados por la irracionalidad del hombre y su irrespeto a la ecología.

Felipe Smith, de El Dínamo, indica que el cambio climático está afectando crudamente, y lo que pensaron que sería una sequía temporal que retornaría a las precipitaciones normales, los especialistas han considerado que podría ser un fenómeno constante, trayendo para Chile cambios de norte a sur. Ambas zonas están relacionadas con la explotación de recursos, mineros y agrícola-ganaderos, para satisfacer a un voraz mercado global, actividades que, para los autores Gudynas y Acosta, pueden generar problemas sociales, comunidades desplazadas, pobreza, deterioro ambiental local y planetario, expresado en el cambio climático.

Cómo quejarse de la naturaleza, cuando se genera desarrollo dañando el medioambiente; se desvían cauces naturales para utilizar agua en faenas mineras; se talan bosques indiscriminadamente; se construye en laderas peligrosas o en antiguos cauces de ríos; se contaminan tierra, cielo, mares. El expresidente José Mujica, en reunión de la Cepal, manifestó: “… ¿Quién se va a hacer cargo de las bolsas de nailon que se han acumulado en el Pacífico? ¿Quién se va a hacer cargo del deshielo de la meseta del Tíbet? ¿Quién se va a hacer cargo del aumento del nivel del mar?... No se puede seguir acumulando indefinidamente desastres, cuando se sabe que se camina en el nivel del desastre...”, seguro no serán las potencias, grandes depredadoras ambientales y renuentes a iniciativas profundas para reducir las emisiones contaminantes.

Lo vivido refleja que la naturaleza no da tregua, porque el hombre no se la ha dado. Los efectos más trágicos los padece la gente humilde, como las de la tragedia actual, o de ciertas zonas africanas, donde hermanos mueren diariamente por la sequía y la hambruna, para vergüenza del mundo. Urge una mayor concienciación para ir contrarrestando esta realidad, muchos piensan que es demasiado tarde, pero movimientos sociales chilenos y de otras latitudes, que han logrado detener y/o revertir grandes proyectos antiecológicos, encienden una pequeña luz de esperanza.

Chile tiene la fuerza y experiencia suficientes para superar estas nuevas adversidades. Pronto cerrarán sus ojos, y al abrirlos encontrarán que lo del norte y lo del sur solo fue otra pesadilla. (O)