El mercantilismo es una escuela de pensamiento económico que predominó en los siglos XVI y XVII y se basa en la idea de que la ruta hacia la prosperidad de la nación es la maximización de las exportaciones netas (una balanza comercial positiva). En aras de reducir a un mínimo las importaciones y aumentar al máximo las exportaciones, un gobierno mercantilista se ve en la necesidad de implementar todo tipo de barreras al libre comercio con el extranjero.

Pero ya en 1742 David Hume explicaba que era innecesario intentar equilibrar la balanza comercial, pues esta siempre tiende al equilibrio. La metáfora que Hume utilizó era la del agua: cuando se permite que el líquido fluya libremente de un compartimiento a otro, el nivel de agua en ambos siempre tiende al equilibrio. Hume explicó que lo mismo ocurre con el dinero de una nación y utilizó el escenario de una Inglaterra que repentinamente perdía cuatro quintos de todo su dinero: “¿No deberá bajar en proporción el precio de todo el trabajo y mercancías y venderse todas las cosas tan baratas como en aquellos tiempos? ¿Qué nación podría entonces competir con nosotros en cualquier mercado extranjero, o pretender navegar o vender manufacturas a un precio que a nosotros nos dejara un beneficio suficiente? Por lo tanto, ¿en qué poco tiempo habría de devolvernos esto el dinero que perdimos y elevarnos al nivel de todas las naciones vecinas? Y cuando lo hubiéramos alcanzado perderíamos inmediatamente la ventaja de la baratura del trabajo y las mercancías; y la mayor afluencia de dinero se detendría por nuestra abundancia y plenitud”.

Luego, en 1776, Adam Smith explicaba que así como un país que no tiene minas propias debe obtener su oro y plata de otro país (dólares, en el caso del Ecuador), también había países que, en cambio, no tenían viñedos propios y debían obtener sus vinos de otro país. Smith dijo: “Un país que tiene los recursos para comprar vino obtendrá siempre el vino que necesite; y un país que tiene los recursos para comprar oro y plata nunca tendrá falta de ellos. ...Confiamos con total seguridad en que la libertad de comercio, sin ninguna atención por parte del gobierno, nos proveerá siempre del vino que necesitamos; y podemos confiar que de igual forma nos proveerá siempre del oro y la plata que podamos comprar o emplear”.

Pero también hay argumentos recientes que cuestionan las salvaguardias mercantilistas que nos han impuesto. El distinguido economista Arnold Harberger explicó en un ensayo que, sin importar lo que hagan las autoridades monetarias de un país –y afortunadamente en nuestro caso, todavía no pueden hacer algo– “es la gente la que determina la verdadera oferta monetaria”. Citó algunos ejemplos de esto, entre ellos el intento fútil de las autoridades monetarias rusas para evitar que el rublo se aprecie entre 2000-2007.

La intervención estatal para intentar apuntarle a un equilibrio o superávit en la balanza comercial con el objetivo de defender cierto nivel de oferta de dólares en la economía, incluso si logra su cometido, tiene la desagradable consecuencia no intencionada de destruir la riqueza y los empleos generados por el comercio que ya no se realizará. No olvide que se puede tener un superávit en la balanza comercial a costa de empobrecer a los ecuatorianos. (O)