La Catedral nueva de Cuenca ha sido por muchos años ícono sobresaliente. Hoy, lamentablemente, en serio riesgo por daños en su estructura, algo inadmisible que no puede suceder en estos tiempos en que la tecnología de la construcción obra milagros.

Puedo afirmar como cuencano que crecí viendo con enorme cariño y admiración cómo se iba realizando este precioso templo situado en el centro de la ciudad, frente al parque Abdón Calderón y la Catedral vieja. Hoy, la Catedral de la Inmaculada, obra maravillosa desde todo punto de vista, requiere reparación, según datos de prensa y fotografías últimas; penosa realidad que haga encender alarmas en el corazón de Cuenca, el país y las instituciones de cuidado del patrimonio cultural de la nación. Supe por informes recogidos por la familia y personas cercanas, que la construcción se inició a finales del siglo XIX, lenta por falta de recursos económicos, cuando Cuenca empezaba a transformarse en verdadera ciudad. Reseño una anécdota en relación con el tema. En 1941, el presidente Dr. Carlos Arroyo del Río visitaba la ciudad por celebrarse un aniversario más de su emancipación política del 3 de noviembre. El canónigo Dr. Víctor J. Cuesta (virtuoso sacerdote de grata recordación) ese día bautizó al último de mis hermanos y en casa de mis padres hubo una celebración a la que asistió como invitado el presidente Arroyo del Río, amigo de mi padre y coideario liberal. El sacerdote y con otras personas presentes solicitaron al presidente su colaboración para que continuaran los trabajos de la Catedral nueva.

El presidente Arroyo del Río, con sensibilidad y afecto a la ciudad de Cuenca, en esa ocasión decretó y firmó un impuesto por cada quintal de sal que se venda en el país. El gravamen permaneció por algunos años en los siguientes gobiernos y con el producto económico se continuó la construcción hasta que terminó en la magnífica obra. Saquemos a flor de piel el altruismo por la ciudad para solventar la conservación de sus bienes patrimoniales como es la Catedral nueva de Cuenca, su mayor emblema arquitectónico y religioso. (O)

Vicente Cuesta Ordóñez, médico, Guayaquil