Uruguay es un país pequeño, pero da que hablar. Rodeado de dos gigantes, Brasil y Argentina, sus gobernantes tienen que saber dialogar y negociar, tener clara su identidad, sus proyectos, sus objetivos, si no quieren que el país sea un apéndice de otros.

Los últimos cinco años, el mundo asistió en general perplejo y asombrado, con simpatía y empatía a las decisiones, posturas y dichos de un presidente campechano de hablar fácil, adornado de su impronta personal y refranes populares. Vestido sencillamente, huyéndoles a los ternos y corbatas, viviendo en una casa humilde sin empleadas domésticas, rodeado de perros, gatos y gallinas personifica a los pobres llenos de sabiduría. Claro que quince años preso, muchos de ellos en condiciones extremas, incomunicado, cambian todos los parámetros... Lo cierto con Mujica es su coherencia entre lo que dice y lo que hace. Vive como habla. Es más filósofo que político. O es un político filósofo.

En un mundo tan consumista, alguien que integra valores que muchos dicen tener pero tiemblan si los sacan de lo estrictamente intelectual, marca un antes y después de él.

El último día como presidente, en una entrevista sostenía: “No hay que confundir política con gestión. Se gestiona una empresa, pero la sociedad está llena de gente que está haciendo su propia gestión, chica, grande o mediana. El gobierno debe de procurar que esas cosas más o menos armonicen. Porque lo contrario es creer que los gobiernos son los que hacen riqueza y no darse cuenta de que lo que hace riqueza es la marcha de la sociedad. Si colocamos a los gobiernos como grandes hacedores del porvenir de la gente, no nos damos cuenta de que los verdaderos hacedores del porvenir del país es la gente. Y que la tarea del gobierno debe ser que la gente pueda convivir, llevar adelante sus proyectos y que más o menos no desafinen”.

“Hay que encontrar una manera flexible de hacer las cosas y no trabarse”. Pienso en los escollos burocráticos…

“Yo soy antireeleccionista. Y creo que no debe haber gente en los mismos cargos eternamente: 5, 8, 10, 12, 15 años”.

Otra perla de la entrevista: “Yo pienso que hay que tener una actitud negociadora y no una actitud de cortar puentes y de portazos”.

En relación con los sindicatos expresó: No me dedico a ganarles huelgas. Hay cosas que se pueden hacer y otras que no.

Mujica comenzó su último día como presidente subiéndose a un tractor para trabajar en su chacra; Vázquez, saludando a los periodistas que rodeaban su casa y pidiéndoles permiso para ir a un compromiso que tenía a las 10 de la mañana.

Tabaré Vázquez es un médico oncólogo muy reconocido, que vive en una zona acomodada de la ciudad. Cuando terminó su primer mandato lo hizo con alrededor del 75% de aprobación, Mujica lo hace con aproximadamente el 65%. Estilos diferentes, convicciones diferentes. Uno con militancia partidista, otro independiente; ambos con la claridad de saber que el puesto que ocupan es pasajero, que se trata de servir un proyecto de sociedad, con habilidades de negociación, de diálogo, de inclusión. (O)