Para algunos, la iniciativa del Gobierno de obligar el uso de cocinas eléctricas de inducción en el país es acertada.

Esto ha permitido a industrias locales, sobre todo, a su fabricación y así ayudar al aparato económico.

Aspectos como la eliminación al subsidio a este hidrocarburo y otros, están bien, pero voy a contar un caso doméstico.

Cuando llega el fin de semana, gusto de meterme a la cocina y preparar ciertos platillos para que mis familiares disfruten de un momento, en el cual compartir es muy motivador y gratificante; era un sábado, me levanté a las 06:30 para que dos de ellos salieran desayunando, pues tenían que cumplir con la jornada de recuperación laboral luego del feriado de carnaval.

Tenía todo calculado, a las 07:30 debían servirse. Lo que prepararía requería del uso de horno convencional y también de calentamiento en el microondas.

Todo estaba bien hasta las 07:00, de repente un nuevo apagón (días anteriores hubo dos). Duró máximo 20 minutos. Esto me obligó a no apagar el horno de mi cocina a gas para calentar (la leche y el resto de los alimentos) lo que se suponía lo haría en un aparato que funciona con electricidad.

Lo de los cortes de la energía no me lo había tomado tan en serio, pero recordé la insistente campaña por el uso de las mencionadas cocinas y me preocupé. Cuando todo sea eléctrico, ¿se terminarán los momentos familiares como estos de compartir una comida casera?

Estaremos obligados a la utilización de las cocinas eléctricas, pero se han olvidado de los cortes de energía que, aunque sean de poca duración (no quiero imaginarme los de más de una hora), sí influyen para arruinar y descartar la idea de pasar un rato agradable en casa y no sentirse en la obligación de comer fuera.

Una solución sería el uso de cocinas que funcionen con gas y electricidad (híbridas), pero que sean seguras. Así podremos contar con un aparato que no nos preocupe si la falta o no de energía eléctrica está de nuevo a la orden del día.

Álex Leonardo Carrillo Jaramillo, periodista, Guayaquil