Una diferencia en la traducción oscurece la relación de la novela Los años de peregrinación del chico sin color, del japonés Haruki Murakami, con los Años de peregrinaje, del compositor húngaro Franz Liszt. Esta referencia musical es uno de los encantos de una narración encantadora que se presta a varias lecturas. El protagonista de la obra es Tasaki, un joven de la ciudad de Nagoya que sueña con ser constructor de estaciones de tren. Forma parte de un compacto grupo con las chicas Shiro y Kuro, y los varones Ao y Aka. Los apellidos de estos incluyen palabras que quieren decir, respectivamente, blanco, negro, azul y rojo. Solo Tasaki no tiene “color”, un día sus amigos le comunican que no quieren volver a verlo sin mayores explicaciones. Esto le causa un descalabro psicológico del que dieciséis años después no se ha repuesto totalmente. Para ponerse en paz con su pasado se encuentra con sus antiguos camaradas, que le develarán lo que sucedió y le contarán cómo se han desarrollado sus vidas.

No les contaré la sugerente trama de la novela para que la disfruten cuando la lean, pero quiero referirme al diálogo que mantiene Tasaki con Aka, que había sido el nerd del grupo y que dirige una empresa en que ofrecen cursos de “desarrollo personal”. En opinión de los personajes, y seguramente en la del propio novelista, este tipo de capacitación es “una inyección hipnótica de un sistema de pensamiento oportunista”. Aka dice que la mayoría de personas se sienten felices de que les den órdenes y cuando tienen que asumir responsabilidades se ven desbordadas. Trata entonces de convertir esa tendencia humana en un negocio, amaestrando a la gente para que siga sistemáticamente las directivas de sus superiores, que es a lo que suele reducirse el “desarrollo personal” que ofrecen estas organizaciones. Los insumos que usa Aka en sus seminarios incluyen técnicas de lavado cerebral de sectas religiosas, manuales de adiestramiento de los marines y de las SS nazis. La idea es que los empleados terminen acatando los dictados de la empresa pero creyendo que están pensando por sí mismos. Habrán visto programas similares al que retrata Murakami.

El florecimiento de estos sistemas atenta gravemente contra el espíritu del capitalismo y de la libre empresa, que se basan en la libertad de decidir y en la aceptación de los riesgos. Las compañías y hombres de negocios suelen pedir liberalismo en el entorno social y político, pero rara vez lo practican puertas adentro. Prefieren borregos alineados a personas capaces de tomar responsablemente decisiones. Como lo sabe Aka en la novela, la mayoría de empleados agradece este tipo de organización que ofrecen estabilidad y salario fijo, en lugar de sistemas abiertos en los que se les paga según su rendimiento y otras formas que realmente procuran un verdadero desarrollo personal. Está por demás hacerles notar que el espíritu que alienta esta tendencia es exactamente el mismo que permite la instauración a nivel de estados de sistemas autoritarios. El miedo a la libertad se manifiesta en todos los ámbitos.(O)