El excelentísimo señor presidente de la República a veces comete errores garrafales. ¡Cómo ha de decidir que hay que bajar los sueldos a los funcionarios de más alta jerarquía de la revolución ciudadana! Eso es no darse cuenta de la realidad.

Él mismo se quiere bajar su sueldo. ¡Qué absurdo! Todos, viendo cómo trabaja, creemos que está muy mal pagado y que merece un aumentito, aunque sea simbólico.

Imagínense lo que es casi nunca estar con su familia, recorrer todo el país, dedicar toda la mañana del sábado a informar al pueblo lo mucho que ha hecho, todo lo que ha comido, todo lo que ha cantado y, encima, cabriarse porque los malos no reconocen su magna obra. Cómo será que, de lo agotado que está, ya no encuentra nuevos adjetivos para insultar, sino que tiene que usar los mismos, siempre. ¡Y encima se va a bajar el sueldo! ¡Qué injusticia! Mucho mejor hubiera sido que les baje el sueldo a los guardaespaldas que le cuidan para ver si así se despechan y, de legión, se convierten en pelotón nomás. Y a los carros de su caravana también está de que les baje el sueldo para ver si se quedan sin gasolina la mitad, por lo menos. Y a la mitad de los dos aviones en que vuela, para que queden en uno. Y a los dos helicópteros que tiene, que ojalá no hayan venido con falla humana de fábrica. Y a las delegaciones enormes que le acompañan en sus viajes al exterior. Y al equipo de trolls que tiene para insultar a los malos. En fin, a todos, menos a él, que ya no se da abasto porque en el país no pasa nada sin su autorización: los jueces aguantan para ver a quién mismo tienen que enjuiciar; el fiscal se hace el desentendido hasta recibir sus instrucciones; los asambleístas, medio dormidos, aguardan su orden para alzar la mano; los de los consejos electorales, constitucionales y todos mismo tiemblan y no deciden nada hasta escuchar su palabra y cumplirla a rajatabla. Y así, con toda esa cantidad de trabajo ¿no les parece que merece un aumentito? O sea que le paguen no solo por su excelentísimo trabajo de excelentísimo, sino también por ser juez, fiscal, ministro, legislador, ingeniero de escuelas, hospitales y carreteras que él vigila personalmente durante los 24-7 en que ni duerme, ni se distrae, ni descansa. ¡Todo sabe, todo se mueve solo bajo su orden, todo se compone si él detecta dónde está el daño!

Y que les baje el sueldo a los ministros también me parece injusto. Pobrecitos ellos, que se aguantan las putiadas sin chistar, que están por ahí escondidos, aterrados de que el excelentísimo les coja en falta y de ministros les rebaje a embajadores. ¡Qué desgastante! Ellos, tan de manos ardientes, tan leales, tan obsecuentes, tan serviciales que hasta a sus familiares les ponen en cargos públicos para que trabajen en lugar de estar de vagos. ¿Y encima les van a rebajar el sueldo? ¡Qué absurdo!

Está de que el excelentísimo señor presidente de la República revise nomás la medida y, en lugar de desaumentarse el sueldo, se aumente y se ponga el que debe ganar quien asume todos los poderes, que bien merecido lo tiene. (O)