Hoy, José Mujica deja la Presidencia de Uruguay, lo sucederá su coideario Tabaré Vásquez.

El desempeño de Mujica en la Presidencia ha sido alabado por unos y criticado por otros. Los primeros destacan que, según las estadísticas, 850.000 uruguayos salieron de la pobreza, los segundos, que quedó mucho por hacer, como la reforma educativa que había anunciado. Pero todos reconocen que le dio al país estabilidad y que mantuvo la tradición diplomática de Uruguay. Hay acuerdo también en que fue un presidente diferente, con un pasado político que asumió formas extremas que lo llevaron a la cárcel, durante catorce años, pero que supo reconocer: “Sufrimos e hicimos sufrir y somos conscientes”, y que su estilo de vida siguió siendo el mismo porque cree que “la austeridad es parte de una lucha por la libertad”.

Se discutirá el resultado económico de su política, pero no se puede negar su testimonio: autenticidad, sencillez, entender el poder como servicio, tolerancia ante las críticas y respeto hacia los opositores; en suma, su vivencia de la democracia. Su legado más importante es un legado moral y a juzgar por las distintas manifestaciones del pueblo ante el fin de su periodo, eso ha sido comprendido por la ciudadanía. (O)