Fase 1: Algunos países europeos deciden profundizar su unidad, anclándose a una moneda única, por distintas razones estratégicas (frenar ansias expansionistas, crear un conjunto que estratégicamente sea un contrapeso mundial, tener un mercado más amplio).

Fase 2: Luego del Centro-Norte entraron economías más débiles, como Grecia. Se abrió el club exclusivo del euro, a cambio de disciplinas (alemanas). Pero también se creó el imaginario que la unidad monetaria generaría una convergencia hacia niveles de vida nórdicos: sueldos, seguridad social, etcétera. No se explicó con claridad (demasiada claridad podía evaporar la buena voluntad) que se debía alcanzar con ahorro, inversión, productividad.

Fase 3: Años dorados. Fluye inversión y deuda hacia el Sur (por el euro y la burbuja mundial de liquidez). Aparentemente la convergencia va muy bien. A nadie parece importarle que los déficits fiscales y externos crecen, peor aún si había reales aumentos de productividad, o el espejismo del crecimiento basado en la construcción. Los sueldos y beneficios suben más que en el Norte (gratuidad, seguridad social, empleo público).

Fase 4: Estalla la realidad. Mucho del camino aparece en su fragilidad: la deuda ha mantenido un proceso sin sustento productivo (Juegos Olímpicos fastuosos, excesivas carreteras y construcción, derechos sin recursos). Sobre todo en Grecia, a la que se acusa de falsear cifras para mantener la ilusión. En realidad todos se autoengañaron para que esto funcionara.

Fase 5: ¿Cómo volver al mundo real? Surgen dos posiciones (siempre las mismas, recordar América Latina hace 20 años). Los alemanes proclamando que las deudas se pagan porque el responsable de los excesos es el deudor; con demasiada ayuda volverá la irresponsabilidad, se contagiará a otros, y por ende la única receta es austeridad, ajuste de precios, salarios y beneficios (con el euro, no hay devaluación cambiaria posible solo para Grecia), reformas estructurales para ir a una economía más productiva. Los griegos señalando a los acreedores como parte del problema, y que están dispuestos a ciertos ajustes a cambio de rebajas importantes en deuda. Hace unos años se llegó a un acuerdo intermedio (¿temporal?), y el Banco Central europeo ayudó financiando al sistema bancario y empujando una devaluación del euro. Como en cualquier buen acuerdo, nadie quedó satisfecho, los alemanes aceptaron desviaciones a su ortodoxia para que sobreviva la alianza geoestratégica alrededor del euro; la salida de Grecia podía quebrarla en dos.

Fase 6: Gana una nueva coalición política en Grecia. Su proclama “antiausteridad”: aumento de sueldos y beneficios sociales, recorte de deuda muy importante, y más. La negociación vuelve 3 años atrás. Los alemanes mantienen su discurso y mandan señales de que ya no importa la salida de Grecia del euro, la zona sobreviviría. Pero todas las dudas esenciales están ahí: ¿se mantendría el euro?, ¿cómo esto daría fuerza a otros movimientos políticos similares en otros países, o a los de extrema derecha que nunca quisieron la unión monetaria?, ¿cómo mantener una unión monetaria sin ser un país único (Estados Unidos resuelve problemas similares a Grecia todo el tiempo, por ser una sola unidad política, fiscal, financiera, comercial). ¿Cómo procesar intereses tan divergentes? (O)