El gobierno venezolano acaba de emitir una resolución autorizando el uso de armas de fuego para el control de manifestaciones y desórdenes públicos; en un artículo específico de dicha resolución se establece que las fuerzas militares aplicarán “el método del uso de la fuerza potencialmente mortal, bien con el arma de fuego o con otra arma potencialmente mortal”, y se señala que la medida está justificada ya que evitará desórdenes y apoyará la autoridad legítimamente constituida. En otras palabras, la represión en su mayor grado con un disfraz legal.

De forma simultánea, los presidentes y gobernantes presentes en la III Cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y de la cual el Ecuador acaba de asumir la presidencia pro témpore, aprobaron una declaración en la cual manifiestan su solidaridad con Venezuela ante los supuestos ataques y agresiones que se estarían gestando contra la soberanía de dicho país, y se agrega en el comunicado oficial la preocupación de la Celac ante la sanción de una ley por parte del gobierno estadounidense, mediante la cual se aplicarían sanciones unilaterales en contra de funcionarios gubernamentales venezolanos. Ante una declaración de ese tipo, resulta comprensible que la Celac no haya realizado comentario alguno sobre las gravísimas acusaciones que se han dado en los últimos días en contra de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y número dos del chavismo, respecto de sus posibles vínculos con el narcotráfico.

Las acusaciones que provienen de Leamsy Salazar –“un humilde y gran soldado de la Infantería de Marina”, de acuerdo con las palabras del difunto Hugo Chávez– han causado gran revuelo no solo debido a que Salazar sería el militar venezolano activo de mayor rango en acusar formalmente en los Estados Unidos a un funcionario de la importancia de Cabello, sino principalmente debido a que tales revelaciones darían lugar a la intervención de la Fiscalía Federal de los Estados Unidos. También es comprensible que el desesperado gobierno venezolano inmediatamente haya señalado que la acusación contra Cabello forma parte de la campaña que “la ultraderecha internacional y sectores del imperio estadounidense, de manera amenazante y peligrosa, han iniciado contra el compañero”.

Nicolás Maduro fue más lejos al agregar que “el que se mete con Venezuela, se seca, y el que traiciona la patria se seca para siempre, le espera un infierno de soledad, un infierno de remordimiento, llámese como se llame”. Lo que no se ha dado cuenta el tan mediocre presidente venezolano, ni aparentemente la Celac, es que lo que realmente se ha secado en Venezuela es la capacidad y el talento para dirigir un país, el cual desfila de manera vertiginosa rumbo al abismo. Mentes secas y corazones más secos. Pobre Venezuela. (O)