Creo que es un desborde visceral, un tsunami emocional, una pasión exagerada, desmedida, tenaz, testaruda en pro de una idea, un estilo de vida, una teoría, una cultura. Cuando se defiende una causa se puede caer en el fundamentalismo atacando a todos quienes no comparten nuestro punto de vista, el fanatismo puede volverse virulento, violento y hasta impulsar al crimen. Lo que sucedió con los humoristas franceses asesinados es una buena muestra pero deber ser analizado sin pasión, si no se corre el riesgo de querer corregir un fanatismo con otro peor. ¿Hasta dónde puede llegar la irreverencia?

El humor es irreverente, su única regla es la de no tener reglas, lo que lo vuelve corrosivo. El ataque a lo establecido o al llamado establishment existe desde siempre. Se sigue discutiendo acerca de la verdadera intención que tuvo Cervantes al poner en boca del Quijote la famosa frase: “Con la Iglesia hemos dado, Sancho”. Bocaccio se vio condenar, el Decamerón fue incluido en el Index librorum prohibitorum. Recuerdo un episodio (Nastagio degli onesti) en el que una campesina se acerca a un cura que la convence de que la diversión erótica ha de contribuir a la salvación de su alma. Cuando Salman Rushdie publica sus Versos satánicos, el ayatolá Jomeini proclama una fatwa,instando a los musulmanes a matar a cualquier persona relacionada con el libro. Por cierto no pude terminar de leer aquel libro que me pareció algo aburrido pero me causó gracia que no solamente se ridiculizara a Mahoma sino a personajes sagrados del cristianismo como el Arcángel Gabriel.

Vivimos en un mundo en el que se da más importancia a la envoltura que al contenido, de aquí surge el culto al uniforme, se considera sacrílego representar a un arzobispo o a un mariscal en paños menores. No veo porqué no podría imaginar a la reina de Inglaterra con derrame intestinal o estreñimiento. Al dibujarla, el humorista no adopta una posición “anti”, simplemente se divierte. En uno de mis artículos recordé que en la década de 1940 la Iglesia católica promovió una ola de rechazo a los judíos considerados como quienes mataron a Cristo. Las caricaturas muy ofensivas publicadas en aquel entonces siguen en mi memoria. Se desató una ola de persecución y miles de judíos, denunciados sin más, terminaron su vida en campos nazis de concentración. Se puede ridiculizar al homosexual, al marido engañado, pero si se trata de un sacerdote morboso, buena parte de la sociedad prefiere callar lo que ha sacralizado.

El humorista considera que no pueden existir tabúes, su misión es la de desenmascararlos pero la susceptibilidad de los aludidos no permite ninguna burla, quizás por ello el marqués de Sade sigue teniendo éxito. Durante el reinado de Luis XV había 20.000 prostitutas en París para una población de 600.000 en su mayoría creyente ferviente, circulaban caricaturas, dibujos obscenos; una sociedad muy hipócrita manejaba una moral pía y solapada. Es absurdo proclamar “Si ustedes atacan a Mahoma nosotros atacaremos a Cristo” pero la historia de la humanidad está llena de cosas parecidas. El humorista propone, ustedes hacen el resto, eso es todo.(O)