Nunca he sido seguidor de conferencias mundiales para resolver problemas, pero cuando leo que la administración Obama está organizando una Cumbre sobre Contrarrestar el Extremismo Violento para el 18 de febrero, en respuesta a los asesinatos de París, tuve una reacción visceral: ¿Hay alguna casilla en mis declaraciones fiscales que yo pueda revisar para que los dólares de mis impuestos no se destinen a pagar esto?

Cuando no se llama a las cosas por su nombre real, siempre se termina en problemas. Y la presente administración, tan temerosa de ser acusada de ‘islamofobia’, se está negando a hacer un solo vínculo con el islam radical a partir de los recientes estallidos de violencia en contra de civiles (en su mayoría musulmanes) por parte de Boko Haram en Nigeria, por el talibán en Pakistán, por Al Qaeda en París y por yihadistas en Yemen e Irak. Hemos entrado al teatro del absurdo.

La semana pasada, el columnista conservador Rich Lowry escribió un ensayo en la revista Politico que contenía citas del portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, que no pude creer. Tenía la certeza de que eran inventadas. Sin embargo, revisé la transcripción: 100 por ciento correctas. No puedo decirlo mejor que Lowry:

“La administración ha caído en un lapso de ridiculez natural. Cuando le preguntaron por qué la administración no quiere decir [después de los ataques de París] que estamos en guerra con el islam radical, Earnest explicó este martes que la primera inquietud de la administración ‘es la precisión. Queremos describir exactamente lo que ocurrió. Estos son individuos que llevaron a cabo un acto de terrorismo y, posteriormente, intentaron justificar este acto de terrorismo invocando la religión del islam y su propia perspectiva desviada de este’.

“Esto lo hace sonar como si los terroristas de Charlie Hebdo se hubieran propuesto un acto fortuito de extremismo violento y solo más tarde, cuando se dieron cuenta de que necesitaban alguna justificación, fue que se acercaron al islam.

“El día previo, Earnest había concedido que existen listas de ‘ejemplos recientes de individuos que han citado el islam mientras llevaban a cabo actos de violencia’. ¿Citaron el islam? Con base en la teoría Earnest, extremistas violentos sin propósito rebuscan en las escrituras de grandes religiones, en busca de algunos versos que puedan citar para apoyar su destrucción y, con frecuencia, casualmente se deciden por los textos sagrados del islam”.

El presidente Barack Obama es más sensato. Yo apoyo totalmente el autocontrol con respecto al tema, y nunca consideraría responsable a cada musulmán por los actos de unos pocos. Sin embargo, no es bueno para nosotros o el mundo musulmán pretender que esta violencia yihadista que se extiende no viene de su comunidad de fe. Está llegando en su mayoría, pero no exclusivamente, de enojados hombres jóvenes y predicadores en el extremo de las comunidades sunitas árabes y pakistaníes en Oriente Medio y Europa.

Si las intervenciones occidentales contribuyen a fomentar violentas reacciones islámicas, deberíamos reducirlas. En la medida que inmigrantes musulmanes en países europeos se sientan marginados, ellos y sus anfitriones deberían esforzarse con miras a la absorción. Sin embargo, ambos esfuerzos solo llegarán hasta cierto punto.

Algo más está también en marcha, y se debe de discutir. Es la lucha dentro del islam sunita árabe y pakistaní en torno a si se acoge la modernidad y cómo, el pluralismo y los derechos de la mujer. Esa lucha impulsa, y es impulsada por la disfuncionalidad de muchos estados árabes y Pakistán. Esto ha dejado a estas sociedades con demasiados hombres jóvenes que nunca han tenido un empleo o sostenido la mano de una mujer, quienes después buscan superar su humillación de ser dejados atrás, y encontrar identidad, mediante la “purificación” de sus mundos de otros musulmanes que no son suficientemente devotos y de occidentales, de los cuales perciben que están menospreciando a los musulmanes. Sin embargo, no se ve esto en las dos gigantescas comunidades de musulmanes en Indonesia o India.

Solo árabes sunitas y pakistaníes pueden entrar a su narrativa y remediarlo. Sin embargo, los reformistas solo pueden hacerlo si tienen un espacio político libre y seguro. Si no vamos a contribuir a la creación de espacio para ese diálogo interno, entonces simplemente estémonos en paz. No digan estupideces. Y que no se ofrezca una sola conferencia insustancial que evada los verdaderos problemas, conocidos ya por muchos musulmanes de la corriente popular y que, de hecho, anhelan discutir, particularmente las mujeres.

Diana Moukalled, la periodista árabe, escribió en el diario londinense Asharq al-Awsat la semana pasada, preguntando: “¿Que no todos estos sucesos ocurriendo a nuestro alrededor y cometidos en nuestro nombre requieren de que nosotros rompamos la barrera del miedo y empecemos a cuestionar nuestra región y nuestras sociedades, particularmente las ideas que se están traficando allá que nos están llevando a esta horrible etapa, en la cual nos estamos desgarrando mutuamente la garganta, por no mencionar nada de lo que en consecuencia también ocurre más allá de nuestra región?”.

Además, un notable artículo en The Washington Post el domingo, escrito por Asra Q. Nomani, estadounidense musulmana nacida en India, desafió al “cuerpo de honor” –laxa, aunque bien financiada, coalición de gobiernos e individuos particulares “que intenta silenciar el debate sobre ideología extremista a fin de proteger la imagen del islam”. “Lanza la etiqueta de ‘islamófobo’ sobre expertos, periodistas y otros que se atreven a hablar de ideología extremista en la religión... Tanto los canales oficiales como los extraoficiales trabajan conjuntamente, acosando, amenazando y combatiendo a introspectivos musulmanes y no-musulmanes en todas partes... la intimidación a menudo funciona para silenciar a los detractores del extremismo islámico... ellos ocasionan que gobiernos, escritores y expertos anden como si caminaran sobre cascarones de huevo”–.

Yo conozco a uno en particular. (O)

Cuando no se llama a las cosas por su nombre real, siempre se termina en problemas.

© The New York Times 2015.