Con este sencillo título, amigas y amigos, esta columna busca entrar nuevamente a sus hogares con una ambición, lo digo sin ambages: motivarles para que se decidan, de una vez por todas, a conocer nuestro Ecuador de cerca, conjugar la geografía estudiada con aquella que verán sus ojos, saborear una mezcla enorme de emociones nuevas y al final, cansados y satisfechos, tomar una pausa hasta fijar nuevos derroteros. Estas líneas son una especie de lámpara de Diógenes que iluminará lo que ustedes deseen hacer, con la intensidad requerida. En esta primera entrega me concreto a unas recomendaciones de rigor que son indicativas, no preceptivas. Son consejos al voleo, escritos para gente pensante y emprendedora. ‘Intelligenti pauca’.

-Escojan quiénes serán sus compañeros de ruta; es importante que exista en el grupo cierta química que les una. La afinidad acerca, es fuente de soluciones. Los misántropos nunca serán buenos compañeros. Un grupo viajero puede estar integrado por familiares, amistades, compañeros de trabajo, profesionales, aventureros, parejas, etcétera.

-Es importante elaborar un plan de desplazamientos con los compañeros de viaje. Las excursiones pueden ser también espontáneas, sin planes anuales o trimestrales, a lo que venga, oportunas, casuales. Tratándose de una distracción, de un placer, de las ganas de conocer el país no vale atarse con cadenas demasiado fuertes, pero sí es indispensable ser organizados y planificadores, aunque sea para el corto plazo.

-Conformado el grupo con gente que dispone de criterio propio, bien vale escoger a dónde, cuándo y para qué. Una decisión grupal trae con seguridad un mejor clima para la aventura. Tratándose de la familia, sobre todo con hijos menores, está bien reunirlos y pintarles la salida con ribetes de sorpresa, de encanto, de aventura. Esta plática será un gancho poderoso para que todos estén pendientes de aquello que está por venir.

-Existen en el mercado buenos mapas viales. Es prudente estudiar el mapa de distancias y planificar bien una jornada completa escogiendo sitios donde comer y los principales lugares para detenerse, conocer y apreciar la naturaleza y sus diversos componentes. Ni tortugas ni gacelas. ‘Piano piano si va lontano’. (Dejo para una nueva entrega otras recomendaciones. Inserto una propuesta para un primer desplazamiento. Considérenla).

‘Viajen conmigo’ a Cojimíes. Desde Quito: Calacalí-Puerto Quito-La Concordia-Puerto Nuevo-Pedernales-Cojimíes. Desde Guayas o Santa Elena: Manta-Bahía de Caráquez-Jama-Pedernales-Cojimíes. Desde Quevedo: Santo Domingo-El Carmen-Pedernales-Cojimíes.

Mi propuesta: descubran Cojimíes, a 30 kilómetros de Pedernales; dieciocho kilómetros de playa, a la izquierda, muestran exuberantes plantaciones de palmas, en buena parte cocoteros; constituyen una belleza única en el país. En el estuario del río Cojimíes está plantada la población del mismo nombre, frente a una isla más larga que ancha que es la frontera entre Esmeraldas y Manabí. Visiten la Hacienda Floriana (km 29), un lugar hermoso para pernoctar. A Cojimíes se va solo desde Pedernales. Cojimíes no es una ciudad de paso, es un destino. Vivan un fin de semana en Pedernales. Me lo agradecerán.

Hasta después de quince días, viajeros noveles.

“La Península de Santa Elena es una joya que debe brillar”. (O)