Ayudar a la memoria es una gestión que, de importante en tiempo de aprendizajes, se va convirtiendo en imprescindible al acumular años de vida, cuando parece que está lleno el cupo de información o que los accesos a la existente están siendo difíciles de identificar o utilizar.

Siendo siempre tan importante la memoria, en todas las etapas de la vida, ¿sabemos relacionarnos bien con ella?

Existen técnicas especiales para alimentarla, fortalecerla y utilizarla exitosamente; pero me parece que la mayoría no hemos tenido una formación adecuada que nos permita convertirla en fuerte aliada de éxitos académicos, empresariales o políticos.

A lo mucho, gracias a iniciativas de otras personas o nuestras, hemos tenido acceso a maneras sencillas, pero eficientes, de grabar en el ‘disco duro’ que tenemos incorporado, desde el inicio de nuestra vida, informaciones que se actualizan y son capaces de alertarnos, enternecernos, disgustarnos, sacudirnos, impulsarnos o desafiarnos, por ejemplo.

¿Recuerda algunas ayudas memoria? ¿Las ha utilizado o utiliza?

Le hago un recuento de algunas experiencias personales:

La más antigua que registro me la proporcionó mi papá quien, para reforzar la memoria de mi mamá, que había fallecido a poco de haber cumplido yo seis años, me indicó que me daría siempre dos bendiciones, una por él y otra por ella. Funcionó maravillosamente y me sirvió de mucho consuelo, al tiempo que me daba seguridad. Amor filial.

En el Colegio San José de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundadas por san Juan Bautista de La Salle, durante las clases de la mañana, pues también había que ir por las tardes, a las 11:00 sonaba un solo campanazo. Los profesores suspendían su exposición y ellos o alumnos designados nos recordaban: Acordémonos de que estamos en la santa presencia de Dios. Nosotros, agachando la cabeza en señal de recogimiento espiritual, respondíamos en coro: Adorémosle, y quedábamos en silencio hasta completar un minuto. Dios omnipresente.

En 1957, en el Grupo Escuela de Caballería Yaguachi, acantonado entonces en La Magdalena, Quito, mientras cumplía el curso para oficiales de reserva, a las 11:00 se escuchaba un solemne toque de silencio. Todos nos inmovilizábamos, en posición firme, como homenaje a Abdón Calderón, abanderado de esa unidad, que había combatido y vencido en las faldas del Pichincha, en recuerdo de la orden de Simón Bolívar de tenerlo presente al pasar lista de los presentes. Amor a la Patria.

Las sirenas, tanto del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, al llegar las 12:00, como la de la Receptoría de sales, en Salinas, al iniciar y concluir sus jornadas de trabajo, marcaban el tiempo. Puntualidad.

Luego usé relojes con alarma, para despertarme en la madrugada, para estudiar o repasar lo que faltaba para los exámenes a rendir al amanecer. Pundonor.

Ahora, teléfonos celulares, papeles adhesivos, llamadas contratadas, objetos depositados en el piso, etcétera, me recuerdan lo que debo hacer.

¿Convendrá hacer una minga ciudadana de ayudas memoria no onerosas proeficiencia y puntualidad? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)