A la cadena impresionante de escándalos, abusos, denuncias y procesos penales, no se diga una galopante inflación, que han caracterizado el gobierno de la señora Cristina Kirchner –la esposa sobreviviente de una de las sociedades conyugales más exitosas de Argentina– ahora se añade la muerte del fiscal Nisman. Una muerte que el propio régimen que impera en esa nación se está encargando de dejar la impresión que quedará en la impunidad. Doble impunidad, realmente. Porque el otro crimen, que ahora sí quedará sin aclararse definitivamente es el crimen que él investigaba. Dos pájaros de un tiro.

Mucho antes del ataque a las torres gemelas de Nueva York, Argentina ya había sufrido actos terroristas de considerable magnitud. Actos de barbarie que esa nación, y en general América Latina, creía que eran cosas que únicamente sucedían en otras partes del mundo. Pero no fue así. En marzo de 1992 la embajada israelí en Buenos Aires fue atacada, lo que provocó 29 muertes y más de 240 heridos. Aunque los indicios apuntaban al grupo Hezbolá, lo cierto es que las investigaciones jamás avanzaron, y el caso sigue allí abierto y sus autores sin ser procesados. Dos años más tarde vino lo peor. En julio de 1994 una bomba estalló en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). El edificio en el centro de Buenos Aires fue destruido por completo, murieron 85 personas. El atentado conmovió a la sociedad argentina hasta la médula. Por los siguientes diez años las investigaciones judiciales parecían llevarse a cabo más con el fin de ocultar que de revelar la verdad.

En buena parte debido a la presión internacional –el caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos– es que se anula el proceso, y se nombra en 2004 a Alberto Nisman como fiscal con el objeto de un borra y va de nuevo. Apodado Cerebrito por sus colegas debido a sus sesudos informes, el nuevo fiscal tomó en serio su trabajo. Al año obtuvo suficientes evidencias para acusar a importantes funcionarios del gobierno iraní de ser los responsables del atentado. Y obtuvo de la Interpol una orden de arresto internacional contra ellos.

Las relaciones diplomáticas entre Argentina e Irán se vieron complicadas por la decisión de Nisman, y es lo que eventualmente lo llevó a la muerte hace poco más de una semana. Porque lo que descubrió Nisman luego fue peor. Encontró abundantes evidencias de que el gobierno de los cónyuges Kirchner había tejido toda una cortina de impunidad en asocio con el gobierno iraní para que fracasen sus investigaciones, y de esa forma dejar sin piso las órdenes de arresto de la Interpol. Nisman se había vuelto un personaje incómodo. Irán necesitaba de Argentina para circunvalar el embargo internacional decretado por la ONU, y Argentina necesitaba petróleo. El resto, incluyendo la justicia frente al crimen de AMIA, eran asuntos secundarios.

Debido a la sumisión del sistema judicial argentino al oficialismo político, el crimen de Nisman quedará probablemente impune. Como impune quedarán los otros atentados contra la comunidad judía. (O)