EL UNIVERSO ha dedicado la portada de su edición del lunes 26 de enero al recuerdo de la Guerra del Cenepa, y destaca a los principales protagonistas ecuatorianos. El titular recuerda la frase “Ni un paso atrás” que pronunció el presidente Sixto Durán-Ballén, con la que nos unió férreamente en defensa de nuestro territorio. Las nuevas generaciones tal vez no recuerden la razón de esas palabras que fueron la más patriótica arenga.

En los anteriores conflictos, que arrancan desde que éramos parte de la Gran Colombia, siempre ocurría lo mismo: los peruanos invadían, los ecuatorianos se defendían, venían los pacificadores pero el Perú planteaba que las tropas se retiraran algunos kilómetros atrás de la línea de conflicto. Cuando se arreglaba la paz, la nueva línea nos hacía quedar donde estábamos y perdíamos esos kilómetros. Esta vez propusieron lo mismo. Pero Sixto no aceptó porque ya conocía la vieja estratagema. Por eso la consigna fue “Ni un paso atrás”. Éramos los claros vencedores de la primera guerra aérea que se había librado en las Américas y nuestras Fuerzas Armadas habían luchado heroicamente como vencedores.

Cuentan que el presidente Fujimori explicando por qué había iniciado las operaciones contestó: “Los ecuatorianos tenían un presidente anciano y enfermo y nosotros –los peruanos– estábamos mejor armados. No teníamos cómo perder”. Pero Fujimori no contó con la voluntad de ese hombre mayor y enfermo, que con el respaldo de todo su país dirigió la guerra, confiándola a sus soldados que estaban bien preparados y él mismo dirigió la guerra en la parte política y en la mediática. Su ministro de Defensa era el general José Gallardo, pulquérrimo y sabio. Otro general heroico, Paco Moncayo, dormía en Macas a bordo de un helicóptero, con el motor prendido, listo para cualquier emergencia. El mando de la fuerza aérea lo tenía otro profesional valiente y responsable, el general Raúl Banderas, cuyos pilotos derribaron varios aviones enemigos. Es justo que se destaquen esos nombres, los de los héroes declarados por sus superiores, los mandos y soldados que soportaron las inclemencias del clima de la Amazonía, el fuego de los contrarios, los horrores de la guerra.

Pero creo que no se ha hecho justicia con el hombre que llevó todo el peso de la guerra sobre sus hombros, el hombre que demostró nueva vitalidad y juventud nueva ante el peligro; que se movió con inusitada rapidez de un lado a otro para hacer frente a la insidiosa propaganda internacional que nos quería culpar a nosotros de ser los iniciadores del conflicto, que inspiró a todo el país, a los periodistas y a la prensa, la cual tuvo un desempeño admirable. Ese hombre era el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas, su presidente constitucional, Sixto Durán-Ballén, el héroe del Cenepa por antonomasia.

Quien esto escribe no era parte del gobierno. Como ciudadano común me consta la unidad de las funciones del Estado, como un puño cerrado por la fuerza del patriotismo. Que el egoísmo no escatime el especial homenaje que se le debe como a un héroe verdadero. ¡Ahora, mientras vive su anciana lucidez!