Un reciente hecho en Guayaquil llama la atención sobre la forma en que algunos agentes de la Policía municipal cumplen su tarea.

A una trabajadora informal, que vendía caramelos y agua fuera de la terminal terrestre, le quitaron su mercadería y cuando reclamó le dijeron que se la iban a devolver y que subiera al balde de una camioneta de la Policía Metropolitana. Para sostenerse puso una mano en el filo de la ventana, entonces se la aprisionaron con el vidrio y, pese a sus gritos, no la aflojaron hasta llegar al cuartel metropolitano. Hay un video y varias fotos que muestran la situación.

El alcalde ordenó la inmediata destitución de los policías implicados y la Gobernación ofreció asesoría a la agredida para que acudiera a la Defensoría del Pueblo, donde fue atendida y se abrió un expediente.

La tarea de los policías es difícil y requiere una especial preparación y una selección profesional del personal. Pero, además, el mismo objetivo de su función implica un poder sobre la ciudadanía y el uso de ese poder requiere la capacidad de administrarlo con prudencia, respeto a los demás y gradualmente, de acuerdo con la situación, y para eso se necesitan una personalidad sana y una formación ética sólida.

Las medidas tomadas en este caso son oportunas y acertadas, pero el caso debería llamar la atención hacia la necesidad de prevención. (O)