En esta semana, diplomáticos de Cuba y Estados Unidos mantuvieron conversaciones destinadas a establecer cómo serán sus futuras relaciones y cuál el papel de sus embajadas. También hablaron de los temas que serían parte de una agenda de interés común.

La cercanía geográfica ayudó a establecer lazos entre los dos países y los vinculó, en lo económico, en lo social y en lo político. En 1898, cuando Cuba, buscaba dejar de ser colonia española, Estados Unidos que deseaba extender su influencia en el Caribe, entró en el conflicto armado con España y cuando se firmó el Tratado de París con el que finalizó la guerra, se acordó que Estados Unidos estaría a cargo de Cuba por cuatro años, después de los cuales los propios cubanos asumirían su gobierno y la deuda con España. Allí se resolvió que Estados Unidos se reservaba el derecho de intervenir militarmente si surgían problemas internos en la isla. Fue también, entonces, que se acordó el arrendamiento de las tierras que ocupó la Base de Guantánamo, que se mantiene hasta ahora, avergonzando a la humanidad.

Después del derrocamiento del dictador Fulgencio Batista y el triunfo del movimiento que llevó a Fidel Castro al poder, las relaciones entre los dos países se deterioraron y se agravaron a partir del momento en que se decretó la primera reforma agraria y las expropiaciones a ciudadanos y empresas estadounidenses. En 1960 se impuso el embargo comercial, económico y financiero contra Cuba. Inicialmente, excluía alimentación y medicamentos, pero se añadieron dos años después.

Cuba buscó el apoyo de la Unión Soviética, pero cuando se produjo el colapso del socialismo estatal en Europa Oriental, sufrió consecuencias que la llevaron a un periodo de crisis. El embargo estadounidense siguió.

El 17 de diciembre del 2014, los presidentes de Estados Unidos y Cuba, simultáneamente, anunciaron a sus pueblos y al mundo que habían decidido poner fin al conflicto y reanudar sus relaciones, y el presidente Obama aceptó que el embargo fue una política errada que se mantuvo por cincuenta años. Ciertamente lo fue, se castigó a un pueblo porque en su país había surgido un gobierno de ideología diferente. La ONU rechazó el embargo en veintitrés ocasiones, y medio siglo después, un presidente de los Estados Unidos tuvo la valentía y la humildad de reconocer el error y que lo sensato es que ambos pueblos busquen caminos para la cooperación.

El primer fruto del acuerdo fue el regreso de Alan Gross, un estadounidense, detenido en Cuba en el año 2010 y de Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labaniño, detenidos en los Estados Unidos en 1998, a sus respectivos países.

Lo demás no será fácil, lo han reconocido representantes de ambos países al final de la primera reunión. Hay que mantener la esperanza, pero comprender que llevará tiempo un acuerdo que, como ha dicho Roberta Jacobson, que presidía la delegación de los Estados Unidos, debe “superar más de 50 años de una relación que no se basa en la confianza” y una revista católica llamó a los cubanos a “no quedar atrapados” en los temores y rencores de medio siglo.

La recomendación es válida para todos, cuánto tiempo hemos perdido en nuestros países “atrapados” por el pasado, rumiando venganzas y rencores, esperando desquites y retrasando la historia. (O)