El 2014 concluye con la aprobación de Reforma Tributaria número 11 en ocho años. Por razones de mercadeo político se le procuró otro nombre: Ley Orgánica de Incentivos y Prevención de Fraude Fiscal. En la práctica de incentivos tiene muy poco, siendo su verdadero objetivo aumentar la recaudación fiscal.

El SRI se sirvió del pedido del sector empresarial de reformar el Código Orgánico de la Producción, que ha sido un solemne fracaso en cuatro años de vigencia, para introducir camuflada dicha reforma.

Se había anunciado la imposición de un impuesto a la comida chatarra, pero se le da un giro al limitar la deducibilidad de costos de promoción y publicidad para la base imponible del impuesto a la renta, cuya aplicación podría tornarse general, esto es más allá de alimentos y bebidas, debido a que la normativa se definirá vía reglamento. El concepto de presunto “alimento nocivo” se vino al piso, cuando se recordó a las autoridades que el otorgamiento del Registro Sanitario franquea su comercialización y consumo.

Es paradójico que mientras se intenta fomentar el mercado bursátil, para cuyo efecto se promulgó, en mayo, la Ley Orgánica de Fortalecimiento y Optimización del Sector Societario y Bursátil, ahora se pretenda gravar la ganancia por enajenación de acciones. Obviamente, al eliminar la exención se incrementa el costo de nuevas inversiones en el país, en especial, en sectores de alta demanda de capital como son las industrias básicas o estratégicas priorizadas por el Gobierno nacional.

A última hora, sin discusión previa, se introdujo la novedad del ciento por ciento de ICE a cocinas y calefones de gas, en una señal inequívoca de la falta de acogida que ha tenido el programa gubernamental de cocinas a inducción.

El año concluye también con el impasse diplomático germano-ecuatoriano. Una vez más la cultura confrontacional de la política interna se traslada torpemente a las relaciones internacionales. El episodio de la frustrada visita de un grupo de legisladores alemanes al Parque Yasuní, a cuenta de verificar un proyecto de cooperación internacional, torna en un agrio incidente que pudo evitarse.

Peor aún deriva en la bravuconada de pretender devolver los fondos asistenciales agregando una suma equivalente para supuestamente capacitarlos en respeto de soberanía y derecho internacional. Lo sorprendente es que sucedía en simultáneo a las gestiones de cabildeo que el Gobierno nacional realizaba ante el Parlamento Europeo para la renovación del sistema de preferencias arancelarias, SGP+. Una verdadera desconexión de la real politik.

Al menos sí imperó en la noticia fuerte del final de 2014: el sorpresivo anuncio que Cuba y Estados Unidos reanudarían relaciones diplomáticas, que supone el principio del fin de la prolongación de la Guerra Fría en la región, mantenida por el castro-chavismo luego de la caída del Muro de Berlín en 1989.

La caída del precio del petróleo, la crisis venezolana, la necesidad de apertura del modelo estatista cubano y los propios intereses económicos estadounidenses, han coincidido para dar este paso histórico que cambiará, de a poco, muchos paradigmas.

Para comenzar, el discurso antiimperialista de la izquierda dura, que se ha mantenido sin variantes desde la década del 60, tendrá que actualizarse y ofrecer alguna variante imaginativa que renueve un mensaje que desde hace rato es por demás repetitivo y cansino.

Esto incluye a su versión ecuatoriana de Alianza PAIS, donde gravita una corriente sectaria que necesita reinventarse. (O)