Con una muy compleja operación en el corazón el año que termina, agradeciendo a Dios que iluminó el acierto de quienes atendieron mi salud en Guayaquil y en Cleveland –así como el entorno de amor y amistad que no me faltó– y ratificando mi decisión de retirarme de toda acción política, quiero aportar algunas reflexiones al finalizar el año 2014 e iniciar el 2015.

Aquel que no tenga pecado…
El Evangelio de Juan, 8,1-11, nos recuerda que escribas y fariseos llevaron a una mujer a la que acusaban de adúltera ante Jesús, le preguntaron si debían apedrearla. Jesús les respondió: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra”.

Nadie está libre de errores, que no implican mala fe, porque de haber esta, entonces ya no son errores.

¿Santificarlo o condenarlo?
En vida de León Febres-Cordero, posterior a su tiempo de alcalde (1992-2000), cuando una entidad de Guayaquil lo proclamó como el más importante de los alcaldes de la historia del cantón, escribí unas líneas en que expresaba que esas proclamas siempre tenían cargas subjetivas, sin desconocer la gestión municipal de Febres-Cordero.

Fui crítico de él por años, antes y después de su alcaldía –y él no escatimó agresiones verbales contra mí, al igual que lo había hecho años atrás contra mi hermano Jaime–.

El libro Abuso del poder, referente a las leyes urgentes que él impuso, fue premiado como la mejor obra nacional en ciencias sociales el año 1986, siendo él aún presidente. Mi oficina fue asaltada ese año, no tengo pruebas de quién lo ordenó.

Pero, cuando ejerció la alcaldía y yo era rector de la Universidad de Guayaquil, institucionalmente, hubo respeto y colaboración permanente. El comodato para el terreno del Hospital Universitario –hoy asumido por el Gobierno central– fue entregado por él a la Universidad.

Un episodio del ayer. El 4 de mayo de 1985 visité al comandante Fidel Castro en La Habana. Semanas atrás había estado Febres-Cordero en la Isla. Parte de la conversación fue su comentario que este era el primer presidente latinoamericano no vinculado a la izquierda que de alguna manera desafiaba el aislacionismo impuesto por Washington. También me habló de Velasco Ibarra, en su quinta presidencia, año 1971, a quien él había visitado en Guayaquil, de paso, regresando del Chile de Allende.

Recuerdo que en noviembre del 2002, luego de la inauguración de la Capilla del Hombre, obra de Guayasamín, en Quito, Fidel, en escala en Guayaquil, visitó la residencia de Febres-Cordero en El Cortijo, Samborondón. En la mañana había estado con Rodrigo Borja y conmigo en Quito.

Estoy convencido de que en la Presidencia de Febres-Cordero hubo abusos, y no necesariamente por orden suya, pero, ¿se lo debe categorizar a la par que Pinochet y otros gobernantes criminales de la región, como está sucediendo en un mural en el exterior de la Fiscalía, de reciente colocación en Quito?

¿Qué piensa, lector?

La condena a la apoliticidad
En el enlace del sábado 20 de diciembre el presidente puntualizó que lo que se estaba argumentando para desalojar a la Conaie de su sede, a fin de cumplir el procedimiento, era que se necesitaba el local para un centro de tratamiento de drogadictos, “pero –aclaró– no es toda la verdad”, porque también la Conaie rompió el convenio de comodato de 1991 que le imponía ‘cuidar y destinar el inmueble” –que recibía en comodato– “exclusivamente en los fines detallados en la cláusula segunda” del convenio en referencia, en que se precisó que era “para actividades socio-organizativas”.

Condenar a la Conaie a la apoliticidad, a que sus organizaciones renuncien a siglos de lucha social, siempre con contenido ideológico-político, recogidos en las décadas de su personería jurídica, por una cláusula de un convenio de comodato de 1991, es un error.

Me sumo a la declaración de cientos de pensadores y escritores del mundo, de fecha 17 de diciembre del 2014, dirigida al presidente Correa: “No es tarde para rectificar. Sería un acto valeroso de inteligencia política y de generosidad de su parte”.

La visión de corto plazo
El Gobierno se desespera por avanzar en la obra pública. También por querer ampliar coberturas para los sectores de menores ingresos. Bien por aquello.

Pero, las mejores intenciones no siempre se ajustan a la verdad de hechos, a veces fuera de control.

Las citas médicas en el IESS y el manejo de medicamentos aún evidencian notables deficiencias, que puede quererse solucionar, pero aún no se puede afirmar que son problemas superados.

En temas de transporte público, más que intención de superar problemas, se percibe ánimo de confrontación, cual es el caso en Guayaquil, cantón en que la ciudadanía ha reelegido al alcalde Nebot que se aproxima a quince años en esa dignidad, con una muy alta aceptación no necesariamente ideológica, sino por la calidad de su gestión.

Las diferencias entre el Gobierno central y las municipalidades no deben ser sometidas a la óptica del alineamiento: Alianza PAIS vs. restauración conservadora, tachada esta tanto en cuanto a Nebot, como tratándose del alcalde Rodas, a pesar de sus esfuerzos para que no lo encasillen como opositor.

El presidente se adelanta a exculpar a colaboradores, para que sus opositores sepan a quién se enfrentan. Pasó con el exministro del Deporte, Raúl Carrión, también con Pedro Delgado y con funcionarios de Cofiec, por facilitar ilegalmente recursos al ciudadano argentino Gastón Duzac. Los mencionados luego fueron procesados penalmente.

En el caso de la tragedia de este diciembre del 2014, en la obra de Coca Codo Sinclair, todas las evidencias apuntan que ya había preaviso de riesgos y que Sinohydro no ha venido dando el trato adecuado a sus trabajadores, en cuanto a seguridad y a respeto laboral. Sin embargo, el sábado 20 de diciembre, el presidente fue terminante: “ ... Sinohydro se ha portado muy bien”. ¿Será para que se cierre el capítulo?

Setenta veces siete
Quiero pensar setenta veces siete –recogiendo la expresión bíblica– de que siempre habrá tiempo de privilegiar al Ecuador, antes que a la confrontación. (O)

Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra”.Evangelio de Juan, 8,1-11.