A los argentinos no solamente se les borró la sonrisa de sus rostros, por ejemplo, durante la sangrienta y demencial dictadura de Jorge Rafael Videla, lapso en el que la bota militar pisoteó y violentó los derechos humanos fundamentales de la población, sino que esa expresión de caras compungidas, ansiosas y desorientadas ha estado presente también –y hoy con más notoriedad– luego del retorno a la vida democrática, en tanto ese sistema de gobierno no ha sido lo suficientemente capaz para dar respuestas positivas y oportunas a las demandas de las grandes mayorías.

Tanto es así, que a los ojos del mundo y de los propios nacionales, la Argentina, ahora mismo, vive una época difícil, de vacas flacas, las cuales, antes que dar leche producen pena. Por ejemplo, la influyente revista británica The Economist proyecta un escenario poco favorable para el año 2015. Un crecimiento del Producto Interno Bruto de apenas el 1,9%, inflación anual del 26,5% y crisis de pagos, dibujan ciertamente un panorama económico bastante sombrío para el país gaucho. A esto se suma la inestabilidad política como consecuencia del descontento popular que tiene su explicación en el errático desempeño de la economía doméstica, pero además en la debilidad institucional del Estado y en una creciente corrupción que envuelve al kirchnerismo, males que en conjunto vienen arrancando a dentelladas el delicado tejido social que cubre a ese hermano pueblo del sur.

En esas condiciones desfavorables, difícilmente surgen sonrisas espontáneas o se cultiva el buen humor y la alegría como elementos característicos de la genuina felicidad. Entonces, los gobiernos neopopulistas, aquellos regímenes proclives a perennizarse en las mieles del poder, emprenden en acciones para mantener entretenidas a las masas y con ello beneficiarse del respaldo ciudadano hasta tanto despierta la conciencia popular. Así, con la ayuda de una abrumadora maquinaria propagandística, se crean espejismos o falsas expectativas en torno al crecimiento y desarrollo. ¡Se habla de milagros! En esto ayudan mucho las interpretaciones estadísticas y la metodología de cálculo. No falta, además, la construcción en el imaginario colectivo del gran Mesías, de ese ser predestinado para la nación y que cuya sola idea de su ausencia crea sentimientos de abandono y desprotección en segmentos de una ingenua población obnubilada por su mensaje.

Por lo mismo, ante la carencia de sonrisas naturales, hay que crear unas postizas. El pueblo aunque no tenga para comer o sus libertades estén limitadas a criterio de quien ejerce el poder, debe lucir una good smile, evidencia de la existencia de una sociedad en completo bienestar. A propósito, la presidenta Cristina de Kirchner, hace poco, anunció el plan Argentina Sonríe, en el que valiéndose de una flota de 30 unidades móviles sanitarias, el programa recorrerá ese país “…con tecnología odontológica, beneficiando especialmente a los pobres que no pueden comer ni masticar… (…) Las prótesis dentarias serán absolutamente gratuitas… (…) para que los argentinos sonrían con dignidad”.

Pero nos preguntamos, ¿las nuevas prótesis, “con especialidad robótica D3”, ¿generarán en realidad condiciones de vida más favorables para esa población desdentada? Quizá, más bien, estos implementos ayuden a pronunciar con claridad los nombres de las personas involucradas en los escándalos de corrupción que giran en torno al dinero ‘K’.

Mientras tanto, lo esencial seguirá inalterado. Por cierto, hay que destacar, unos gobiernos neopopulistas en su infinita generosidad entregan sándwiches con gaseosa a su adormecida población objetivo, mientras otros, más refinados, prótesis dentales, aunque no haya pan que masticar…(O)