Nada mejor que el mes de diciembre para recordar a Jesús en toda su dimensión, como Dios y como hombre, principalmente en sus primeros años de vida; y dejarnos envolver de la alegría y la paz que siempre trae ese recuerdo, junto con las inevitables lecciones que frecuentemente se aprenden o descubren de su Sagrada Familia.

Como era lógico, porque la finalidad del Nuevo Testamento era otra, muy poco se ha contado en él sobre los primeros años del Niño Dios, y es san Lucas el único evangelista que nos ofrece importantes narraciones de la infancia de Jesús; tales como, además de su nacimiento en Belén, su circuncisión, su primer viaje a Jerusalem, su presentación en el templo, el júbilo de Simeón, su regreso a Nazaret, su segundo viaje a Jerusalem, su famoso “extravío” en el templo (para dictar cátedra a los 12 años, “sentado en medio de los doctores”) y su nuevo regreso a Nazaret, donde quedó “sujeto” a sus padres y siguió creciendo “en sabiduría, en edad y en gracia”; mientras “su madre conservaba todas estas cosas en su corazón”.

Como se sabe, su padre putativo, san José, era carpintero, según lo confirma san Mateo (13,55), por lo que, desde muy niño, Jesús debió ayudarlo diariamente en su taller, para que san José cumpliera de mejor forma los trabajos que se le encargaban. Y por eso es que durante lo que se conoce como su “vida oculta”, a Jesús lo identificaban sus vecinos como el “artesano”: “¿No es este aquel artesano, hijo de María?” (Marcos 6,3). De ahí viene, pues, aquella expresión de “Jesús Obrero”, con la que actualmente se distinguen en el mundo cristiano muchos nombres de escuelas e instituciones relacionadas con el trabajo artesanal.

Con relación a esto último, en la página 153 del libro Historia sagrada que el ahora santo Hermano Miguel escribió en su época (en el que yo aprendí esa historia tan especial durante mi primaria en el Colegio San José), él dijo entonces del Niño Jesús lo siguiente: “Allí [en Nazaret] pasó una vida oculta ocupado en el trabajo, y obedeciendo a María y a José, hasta la edad de 30 años”.

Y justamente debajo de ese texto, en el que desempeñan un importante papel las palabras “ocupado en el trabajo” y “obedeciendo a María y a José”, se destaca en ese libro una bella estampa de la Sagrada Familia, donde figuran el Niño Jesús y san José, a cada extremo de una enorme sierra, probablemente con dientes muy filosos, cortando –juntos– una pesada tabla, mientras María se halla concentrada en un trabajo manual de la época.

¡Cuántas otras figuras o estampas como esa habremos admirado y alabado nosotros durante nuestras vidas! ¡Cuántos cuadros similares en museos famosos! ¡Cuántas obras semejantes en conventos y en colecciones privadas!

Para un par de botones de muestra, dos pinturas famosas: San José con el Niño Jesús, de Joan de Joanes, y El taller de Nazaret, de Juan del Castillo, en las que el Niño Dios aparece trabajando junto a san José.

Dicho todo esto, precisamente en el mes de la Navidad, viene bien preguntarnos si María y José hicieron mal en permitir que el Niño Jesús haga o participe en trabajos de gente grande, o en exponerlo casi diariamente a los peligros de las herramientas propias de la carpintería de aquella época. O si los famosos artistas que pintaron aquellos cuadros que representaban el trabajo artesanal del Niño Jesús y quienes actualmente los exhiben, estaban o están por ello a favor del “trabajo infantil”. O si el santo Hermano Miguel ahora merece que lo censuren por permitir que a su famosa obra se la haya adornado con esa bella estampa del Niño Jesús obrero. Porque (la Divinidad aparte) esos cuadros y esa estampa no son tan diferentes de las esculturas del “betunerito” y del “niño canillita”, que la Municipalidad de Guayaquil colocó hace poco en la calle Panamá y que tanto aspaviento y reconcomio han causado en las altas esferas del poder central.

Y mientras usted contesta, amable lector, desde el fondo de su corazón las condignas respuestas a las preguntas que anteceden, permítame que desde el mío, en este mes navideño, le desee a usted, copiando a san Francisco de Asís, que el Señor lo bendiga y lo guarde, le muestre su cara y tenga misericordia de usted y le dé la paz.

Precisamente en el mes de la Navidad, viene bien preguntarnos si María y José hicieron mal en permitir que el Niño Jesús haga o participe en trabajos de gente grande, o en exponerlo casi diariamente a los peligros de las herramientas propias de la carpintería de aquella época.