Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad. Qué hermosas las palabras que intentan dar sentido a realidades profundas que los seres humanos estamos aparentemente ávidos de vivir para darle contenido a nuestro efímero paso por esta tierra.

Las maneras como imaginamos a Dios y lo limitamos tienen mucho que ver con las palabras con que designamos al innombrable, al que no podemos aprehender. Al que es mucho más que nuestras ideas sobre él, al infinito amor que queremos encerrar en nuestro limitado mundo.

Por eso amo la Navidad, porque ese Dios tan profundamente diferente, insondable, tan grande y tan pequeño, en la tradición cristiana se hace uno de nosotros. Un niño que mama del seno de María para alimentarse, que depende de sus padres para que lo cambien de pañales, lo alimenten, lo cuiden, lo abriguen, lo bañen, lo mimen, le enseñen a hablar y a caminar.

Esa concepción de un Dios tan cercano, débil y necesitado de sus padres para poder vivir, crecer y desarrollarse rompe con toda una tradición de Dios omnipresente, castigador, fiscal, que se pasa vigilando el cumplimiento de normas y leyes como garantía para poder algún día gozar de su presencia. Es un Dios necesitado, débil. Está lejos, muy lejos de las imágenes que lo representan vestido con túnicas rosadas y mirada perdida, cara de rasgos indefinidos que pretenden ser rasgos celestiales.

El Jesús que nació en Belén y vivió en un pueblito insignificante de Galilea, en un país de nómades asentados en un territorio por donde todos pasaban para ir a Egipto o a Babilonia, que era arrasado al viento de los caprichos de los reyes de turno, supo que era la persecución y la angustia.

Como muchos otros niños de ese entonces sufrió los vaivenes de las locuras humanas que justifican sus hechos más macabros en nombre de un dios al que dicen servir y temer, que no amar.

Lo grave es que la humanidad continúa justificando asesinatos, torturas y violencias en nombre de un dios a su imagen y semejanza. Los talibanes mataron a 137 niños en Pakistán, para vengar el nombre del dios en el que creen. Y el Ministerio de Derechos Humanos de Irak ha informado que extremistas del grupo terrorista Estado Islámico ejecutaron en el oeste del país a 150 mujeres que se negaron a mantener relaciones sexuales, incluidas embarazadas y menores de edad. Las mujeres asesinadas fueron enterradas en fosas comunes Y encerraron a todos los que trataron de impedir el acto de violencia en una de las mezquitas de la ciudad, que convirtieron en una prisión.

Toda esta inmensa locura humana es también telón de fondo de los villancicos que cantamos. No se ve bien sino con ojos que han llorado, no se puede llegar a la paz y la serenidad sin haber recorrido los abismos de maldad propios y ajenos, que nos hacen tocar fondo y clamar con todo nuestro ser por un cambio fundamental. Cuando comprendemos sin necesidad de discurso ni explicaciones que somos capaces de lo mejor y de lo peor, entonces quizás estamos listos para recibirnos a nosotros y a los demás como un regalo de Dios. Cuando la paz se instale en nuestro ser a pesar y dentro de la indignación más profunda y elemental, cuando el carbón que somos descubra el diamante que puede llegar a ser, entonces quizás nuestra vida pueda convertirse en buena nueva para los otros. Feliz Navidad. (O)