El viraje que ha dado Washington respecto de Cuba ha sacudido de un solo jalón el tablero no solo de sus relaciones bilaterales, y con ello las relaciones de Estados Unidos con América Latina. El anuncio de Obama y Raúl Castro tiene otras significaciones tan o más importantes que un cambio de política internacional. Una de ellas está vinculada con la simbiosis entre democracia y mercado.

Respecto de lo primero, el anuncio de la Casa Blanca marca el fin de una absurda política de castigar a todo un pueblo por la estulticia de sus gobernantes. Al fin y al cabo la élite gobernante de Cuba y en particular los hermanos Castro jamás sintieron los estragos del embargo económico. Es más, si de algo sirvió el embargo fue precisamente para proveer a la dictadura cubana de un pretexto muy conveniente para fortalecer su régimen policiaco y represivo, por un lado, y justificar el desastre de su sistema económico, por el otro. (¿A quién le echarán ahora la culpa?...) Como diría el célebre político francés Joseph Fouché, peor que un crimen, el embargo fue un error.

Un error que lo admitió abiertamente Obama en su alocución televisada. Y que es algo por lo que debe dársele crédito; prácticamente es imposible encontrar a un político en nuestros días que tenga la humildad de admitir de manera sincera, y no calculada, que se ha equivocado. Cierto es que el embargo económico tiene como sustento disposiciones normativas repartidas en seis leyes federales, siendo la más importante la Ley Helms-Burton de 1966, y que desmontar ese andamiaje legal no será nada fácil. Sin embargo, todas esas leyes conceden al Ejecutivo un significativo grado de discrecionalidad y maniobra, por lo que el fin del embargo dependerá, por ahora al menos, de la habilidad negociadora de ambas partes.

El nuevo capítulo abierto por Washington abre también un nuevo horizonte en las relaciones con América Latina. A partir del desplome del imperio soviético, y el surgimiento de las amenazas desde el Medio Oriente, América Latina era la gran ausente en la agenda de la política exterior de los Estados Unidos. Si bien este relegamiento podría tener sus ventajas en términos de madurez e independencia, la realidad ha sido muy distinta. Una parte de la región muestra un deplorable panorama en materia de derechos humanos y democracia. Y la otra parte parecería ir camino a la ruina económica.

Pero más importante en la decisión de Obama es que ella implica una apuesta. Una apuesta a que una intensa relación económica con Cuba terminará por democratizar su régimen político. El flujo de capital, comercio, tecnología, servicios e inversiones contribuirá a fortalecer y empoderar a la sociedad cubana, al punto de que la estructura política dictatorial existente termine por colapsar. A los griegos les funcionó bien cuando, cansados de tener asediada por una década a la ciudad de Troya sin ningún resultado, optaron por enviarles un enigmático caballo de madera llevando escondidos en su interior a sus mejores guerreros. (O)