En esta época de regocijo, hablemos de algo emocionante como el fútbol, ahora con una final Emelec-Barcelona que nos atrae incluso a los liguistas, ¡hay que reconocerlo!

El fútbol ecuatoriano luego de 15 años de progreso (clasificación a mundiales en varias categorías, Liga ganador de copas en el continente, algunos jugadores exitosos en el mundo) requiere un ajuste en sus estructuras que se han mostrado muy endebles, en particular ante el éxito. Según un amigo psicólogo, es más fácil en general enfrentar los malos que los buenos momentos, en los primeros ponemos energía para salir adelante, en los segundos euforia y excesos son difíciles de controlar y dejan secuelas negativas. En particular se ha visto que el poder de la Federación ha tenido una clara orientación a base de amores y desamores. Más allá que esto pueda gustar o no a unos u otros, no es normal que se haya permitido que un equipo ceda su condición de local para ir a jugar en casa del adversario en un partido muy importante en el desarrollo del campeonato, no es normal que las entidades estatales favorezcan en publicidad a algún equipo en particular, no es normal que los equipos difieran constantemente sus partidos sin tener que asumir sus responsabilidades de un calendario preestablecido y conocido, no es normal que el voto de las asociaciones sea importante en la Federación en relación a temas que solo atañen a los clubes profesionales y que sobre la base de favoritismos se repartan, por ejemplo, los fondos de la TV, menos aún las dudas que se tienen respecto a la calidad de los arbitrajes (¿cómo se los evalúa, escoge o sanciona?), y obviamente no es normal que los equipos puedan pasar de mano en mano como el florón sin que nadie esté claro sobre qué responsabilidades se asumen.

No hay medida única y mágica ante todos estos problemas, pero sin duda la Liga Profesional va en esa dirección. Logra dos cosas importantes. Uno, permite que los equipos tengan su agrupación propia, donde dirimen sus problemas sin la intervención de terceros, y que establezcan como grupo, las reglas que mejor convengan, no a algunos en particular, sino al fútbol profesional en conjunto: incentivos a la calidad y la competencia, evaluación de los árbitros sin perder su independencia naturalmente, mecanismos que incentiven la viabilidad financiera de los clubes en el mediano plazo, etcétera. Segundo, deben establecer un esquema de responsabilidad, propiedad y transparencia, cualquiera que sea el formato legal que puede ir desde la propiedad de los socios hasta la sociedad anónima. No se necesita más.

Recordemos que la particularidad del deporte frente a otras actividades es que unos se necesitan a otros: por más grande que sea un equipo, no puede existir sin los demás para competir. No hay que engañarse, la Liga Profesional no asegura el éxito en todo y para todos, los directivos escogidos pueden ser manipuladores, hay equipos que seguirán siendo mal manejados … solo da un mejor marco de responsabilidad, pero eso es bastante. No hay que intentar construir el mundo perfecto, sino basarlo en incentivos y responsabilidades claras.(O)