La Navidad es la fiesta de los niños, se repite a menudo. Si preguntamos por qué nos responden que porque se recuerda el nacimiento de Jesús y, por tanto, es el día del Niño Dios y en su recuerdo se agasaja a los niños con muchos regalos. Muchos buscan la respuesta en su religiosidad y otros simplemente en los dictados del mercado.

Pero este artículo no pretende cuestionar la costumbre de dar regalos, sobre todo, sin son expresión de sentimientos de amistad y amor. Lo que busca es compartir con los amables lectores una reflexión acerca de lo que conmemoramos en Navidad.

Recordamos el nacimiento de Jesús, que para los creyentes cristianos es uno de los hechos más importantes de la historia, pues es el momento en que Dios mismo entra en la historia de la humanidad para vivirla y compartirla, dividiéndola en dos eras. Para quienes no son cristianos es el nacimiento de alguien que predicó un mensaje de justicia y de igualdad.

Pero el Niño, como todos los niños, creció y como todo adulto se insertó en una sociedad concreta. Dedicó su vida a anunciar el Reino de Dios y a invitar a los seres humanos a construirlo.

Lo novedoso estaba en las características de ese Reino, no se hablaba de ejércitos, de estructura política, de ingresos fiscales, de súbditos o de castigos legales. Se planteaba la relación humana y social basada en el amor y la fraternidad, se proponía perdón en lugar de rencor, castigo y venganza, se defendía la práctica de la justicia y a la verdad como base y destino de la libertad.

Iba más allá. En la parábola que recoge Mateo en el capítulo 25, presenta al Rey que dice a los justos: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui huésped y me recogisteis. Desnudo y me cubristeis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos? ¿o sediento y te dimos de beber? ¿y cuándo te vimos huésped y te recogimos? ¿o desnudo y te cubrimos? ¿o cuándo te vimos en la cárcel y vinimos a ti ? Y respondiendo el Rey dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Era un discurso arriesgado, difícil de entender cómo se hablaba de un Reino, sin palacio, sin riqueza, sin poder terrenal, sin embargo, Jesús recorrió caminos, plazas, calles predicando e invitando a que lo sigan y lo acompañen en la construcción del Reino y lo hizo hasta que fue condenado a muerte y murió en la cruz.

Ustedes pensarán, amigos lectores, que me confundí de fecha y ya estoy en la Semana Santa, pero no, es que festejar el nacimiento de alguien que marcó tantas vidas y con tanta fuerza la cultura de occidente, solo tiene sentido si recordamos por qué. Y ese por qué es demasiado serio para sostener que la fecha es una fiesta de niños. Recordemos sí, que nació como todos los niños y que lo que les hacemos a ellos en su infancia y en su vida adulta a Él se lo hacemos.

Feliz Navidad. (O)