La incapacidad casi endémica de la administración del IESS para dotar de medicinas –sin largos periodos de carencia– a sus casas de salud en orden a atender con eficiencia a sus afiliados y a sus pensionistas es en realidad sorprendente. Sorprendente pero no por lo raro o inusual sino por lo contrario, porque nunca pueden solucionar ese problema que repetidamente le tuerce el brazo a cada nuevo equipo humano que maneja la entidad.

Tengo años oyendo la misma queja de los usuarios y leyendo clamorosos reportajes sobre el tema sin que ningún gobierno haya podido solucionarlo a pesar de su profunda repercusión social. No obstante la enorme propaganda efectuada por quienes han dirigido el IESS acerca de la bondad de su gestión, la verdad sin maquillaje es que el tema central de la entrega de medicinas a quienes las necesitan, si acaso ha mejorado, ha mejorado muy poco, tanto que es preferible no hacer bulla, quedarse callados ya que la ineficiencia salta a la vista.

El último domingo, diciembre 14, una larga crónica de este diario decía: “Pacientes llevan hasta tres meses de espera por fármacos en el IESS”. Una de las personas entrevistadas señalaba que “no recibe la medicina que necesita para tratar el cáncer de seno que padece”, mientras otra afirmaba que “tampoco recibe los fármacos prescritos para sobrellevar el lupus que la aqueja”. “La mayoría de los pacientes oncológicos y con enfermedades catastróficas que se atienden en el hospital de IESS en esta ciudad padecen por falta de medicamentos, según dirigentes de dos fundaciones”, para concluir señalando específicamente que no hay un buen número de medicinas mencionadas en el reportaje, entre ellas algunas destinadas al tratamiento de patologías cardiovasculares como carvedilol, atorvastatina, losartán, amlodipino.

Hay gente que cree –yo no creo en esas cosas– que hay una especie de “maldición gitana” con los administradores del IESS, pues una vez que llegan a la institución se tornan ineptos o ineficientes si antes no lo fueron; si llevaron al cargo esas características no habrían sorpresas, pero lo cierto es que la “jettatura” que azota al IESS desde hace muchos años podría ser la imposibilidad de escoger personas hábiles y eficaces para desempeñar esas funciones. Falta una dosis importante de planificación y organización, unidas a insensibilidad e indolencia manifiestas.

No me lo explico de otra manera, salvo que los dirigentes de una institución de servicio público centrada en la sanidad, no tengan claro, aunque resulta clarísimo, que el principal objetivo del IESS, su función vertebral, su papel esencial, su primera obligación es proteger a sus afiliados y jubilados cuando la salud flaquea antes que construir casas, invertir en papeles fiduciarios o auxiliar al Gobierno en sus necesidades financieras.

A la carencia de citas médicas oportunas –un viejo y repetido lamento no resuelto– se suma ahora la ausencia de medicinas. El IESS debería pedir la ayuda de la Secom para que a través de una cadena nacional de radio y televisión –nunca mejor utilizada– explique al país la razón de sus profundas fallas. Le serviría además de forzosa catarsis que bien la requiere.(O)