Ayer fue un día especial para América. El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, y Raúl Castro, presidente de Cuba, pocas horas después de producida la liberación del ciudadano estadounidense Alan Glass, detenido en Cuba acusado de espionaje, y de tres cubanos detenidos en los Estados Unidos, por acusaciones similares, anunciaron al mundo que sus países habían decidido reanudar las relaciones diplomáticas, interrumpidas hace 53 años, e iniciar una nueva era en las relaciones entre ambos países.

Ambos reconocieron que tienen profundos desacuerdos, pero manifestaron su voluntad de vivir de una manera civilizada con sus diferencias.

El presidente cubano propuso adoptar medidas que permitan avanzar hacia la normalización de sus vínculos basados en el derecho internacional. Por su parte, Obama reconoció que el aislamiento no ha funcionado y dijo: “un futuro de más paz, seguridad y desarrollo democrático es posible si trabajamos juntos para proteger los sueños de nuestros ciudadanos”.

Los dos agradecieron al papa Francisco y al gobierno de Canadá su intervención para que sea posible lograr este acuerdo, que es probable que tenga interesantes repercusiones en la región.

Los demás reconocemos el coraje y la audacia política de los dos protagonistas, cuya decisión es un paso más hacia una América que quiere vivir en libertad, fraternidad y respeto a la diversidad y saludamos la nueva era que se inicia para los dos pueblos. (O)