Pronto se dará cuenta de que no me voy a referir al dinero que, de su peculio, las personas afiliadas a nuestro sistema de seguro social obligatorio entregan al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social como parte de la prima que se paga para poder acceder, oportunamente, a las diversas prestaciones que brinda esa institución, como salud y jubilación.

No obstante, con pena, aprovecho para destacar que, pese a la contribución que generalmente se entrega de manera puntual, los servicios que se espera recibir, como contraprestación, demoran en otorgarse, según testimonios varias veces expresados en la sección Cartas de este Diario.

Me referiré a otro tipo de aportaciones que, de manera consciente y planificada a veces y en otras espontáneamente, se realizan cotidiana, frecuente o intermitentemente, de manera gratuita, en beneficio de individuos y grupos humanos.

Si le pido que recuerde a algunas personas que actúan así, seguramente su memoria le presentará un sinnúmero de mujeres y varones cuyas historias de abnegación conoce y constituyen pruebas fehacientes de fraternidad humana, que deberían documentarse, para conocimiento y ejemplo, y así su legado de entrega y sacrificio sirva de estímulo para que otras personas, emulándolas, continúen sus gestiones o comiencen otras igualmente importantes, encaminadas a paliar o subsanar las urgencias de quienes necesitan atenderlas y no tienen manera de satisfacerlas sin ayuda.

Aunque afirmen que no actúan para ser reconocidas o premiadas y lo digan con total sinceridad, en un mundo en el que parece que muchas cosas no están bien y que vamos de mal en peor, considero que es necesario conocer acciones que demuestren sensibilidad social y compromisos concretos encaminados a superar males que aquejan a individuos o colectivos.

¡El ejemplo arrastra! Esta idea-fuerza muchas personas la consideramos verdadera. Pues bien, en nuestras conversaciones entre familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o consocios de negocios o de agrupaciones clasistas o religiosas, ¿conocemos y compartimos noticias positivas y negativas relacionadas con urgentes situaciones de necesidades sociales no satisfechas?

¿O esos temas no aparecen en sus tertulias?

Y si se ponen sobre el tapete de la discusión, ¿se producen controversias paralizantes? ¿Solamente se critica o también se esbozan soluciones? ¿Se aprovecha el concurso de asistentes involucrados, directa o indirectamente en los temas? ¿Usted aprende, participa, propone y colabora?

¿Realmente se involucra? ¿Le piden opiniones? ¿Se excusa, evita involucrarse o pone en común sus preocupaciones, análisis y plantea las posibles soluciones que se le ocurren frente a la problemática sometida a consideración?

¿Acaso solamente contribuye con su voto cuando debe pronunciarse?

Me parece que falta mayor participación ciudadana frente a tanto problema social; pero ¿dónde verter nuestros aportes, al menos con la ilusión de ser escuchados y que se analicen y se pongan en práctica?

¿Debemos vencer reticencias, a veces generadas en tristes experiencias anteriores, y seguir siendo espontáneos entregando nuestros aportes personales?

¿Siempre o solo a veces? ¿En todas o en algunas partes? ¿Qué nos aconseja?

¿Sería tan amable de darme su opinión? (O)