Somos como el caminante que lleva una alforja sobre pecho y espalda. En el pecho lleva sus virtudes y los defectos de sus conciudadanos. En la espalda lleva las virtudes de sus conciudadanos y sus propios defectos. Mientras camina se fija en sus virtudes y en la corrupción de los otros. Se empeña en dividir la sociedad en dos grupos, el suyo, el de los buenos; y el otro, el de los que no se guían por su libreto, los corruptos.

La corrupción es ruptura, rompe el ser, la identidad de las personas y de las instituciones.

Hay corrupciones que la sociedad considera gravemente nocivas. Para que estas no se difundan, la autoridad competente las penaliza, las declara delitos. He aquí algunos delitos: prevaricación de magistrados y de otros que acatan órdenes contra el derecho por temor o por ambición, falso testimonio, discriminación racial, evasión de impuestos, asesinato, aborto, tortura, genocidio, trata (compra venta) de personas, narcoproducción, narcotráfico, blanqueo de capitales, soborno.

Hay corrupciones legalmente no penadas, como impuntualidad, mentira, pereza, trabajo mediocre, salario injusto, concentración de funciones.

Notemos que la sociedad actual se preocupa más por la corrupción en lo material, en concreto en lo económico. Los documentos internacionales firmados dejan en evidencia esta escala de valores.

La sociedad en el ámbito nacional y en el internacional, para oponerse a la corrupción, primera medida es el castigo de los corruptos. Se han firmado convenios internacionales civiles y penales, más para castigar que para prevenir el blanqueo de capitales, la narcoproducción, el narcotráfico.

Insisto: en la relación con las personas priman notablemente las leyes penales; la educación ocupa un segundo lugar; el llamado a la conciencia es apenas audible.

La primera y radical prevención no es, como debiera ser, la educación en valores.

Hay la impresión de que en la relación con animales irracionales se ha progresado más que en la de los humanos: se ha descubierto que no se guían solo por el castigo; pueden ser educados por otras motivaciones diversas de las materiales y del temor.

¿Por qué la sociedad actual da más importancia a la corrupción en el campo económico? ¿Por qué generalmente no se recurre a la conciencia? La conciencia ayuda a la persona a descubrir que un buen vivir consistente se sustenta en libertad y responsabilidad, radicadas en Dios.

El buen vivir tiene valor; pero, si se lo aleja de valores humanos y se lo encierra en el hoy y el aquí, pierde consistencia. Los valores humanos molestan a algunos, también, porque no pueden ser enmendados, reformados caprichosamente, pues llevan a su fuente permanente, que es Dios. Otra muestra: como para Feuerbach y Marx el Niño Jesús es solo proyección de deseos insatisfechos, en este tiempo de preparación de Navidad algunos del Ministerio prohíben a Jesús entrar en escuelas, para hacer fiesta con los niños que quieran. (Apocalipsis 3,20). Los padres ya no cuentan. El Estado es todo.