En México, los periodistas tuvieron que aprender a realizar una labor semejante a la de corresponsales de guerra cuando el presidente Felipe Calderón inició en el 2006 su guerra contra el crimen organizado. Los recientes actos execrables han alarmado al mundo entero por lo sanguinario de esas acciones violentas. Las periodistas Marcela Turati y Daniela Rea compilaron el libro Entre las cenizas: historias de vida en tiempos de muerte (Oaxaca, Sur+, 2012), que registra la voluntad de escapar de ese aire infestado por la barbarie, que incita a la paralización, y, con investigación, datos y análisis, combaten la parálisis que acarrea el miedo.

“El horror se volvió una condición del país. Muertos, desaparecidos, masacres, huérfanos, viudas, desplazados, fosas comunes, cuerpos discapacitados por las heridas, seres inhabilitados por el odio, ciudades rotas, abandonadas”, escriben Turati y Rea. Y reunieron textos de diez periodistas que, con sus historias, querían dar aliento y esperanza en medio de la catástrofe de un país que, con el pretexto de liquidar la violencia, implementó nuevas formas de violencia. Este ejercicio es el “periodismo de esperanza, de exploración de lo posible, de construcción de paz”, que comienza preguntándonos qué podemos hacer.

“Nuestro punto de partida fue que esta guerra no merece ser contada solo desde la sangre, desde la brutalidad, desde el sinsentido de los asesinos uniformados y no uniformados. Merece ser contada desde la dignidad de los sobrevivientes, desde las costuras invisibles del amor que se asoman entre las ruinas, desde las personas sanadoras de almas, desde quienes se hicieron escuchar cuando salieron a las calles a gritar su verdad en público, desde las que se organizan con la inquietud de hacer algo”, afirman Turati y Rea (su libro, que destaca el papel de la palabra escrita en la sociedad mexicana de hoy, puede ser descargado gratuitamente).

La escritora Cristina Rivera Garza, en Dolerse: textos desde un país herido (Oaxaca, Sur+, 2011), propone que toda la violencia social –la que se produce en el Estado y fuera de él– tiene el propósito de que nos callemos, porque de esa manera quienes manejan los hilos de los negocios –los que se generan en el Estado y fuera de él– se aseguran de enriquecerse incluso a costa de vidas humanas. Alguien se hace millonario con la violencia social, y, para seguir acumulando plata, implanta el silencio y la censura valiéndose de recursos legales e ilegales. En México, la violencia se ha expresado en el horrorismo (término acuñado por la italiana Adriana Caverero).

Este Estado que permite que los ciudadanos sean destrozados y desaparecidos es llamado por Rivera “Estado sin entrañas”, “Estado Pilatos” que ha traicionado el principio de la convivencia entre seres diferentes. Toda forma de terror busca instaurar el silencio. Por eso Rivera, en sus crónicas, quiere “articular la desarticulación muda con que nos atosiga el estado espeluznante de las cosas a través de estrategias escriturales que, en lugar de promover la preservación del poder, activen más bien el potencial crítico y utópico del lenguaje”. Eso es dolerse: estar con otro en el dolor; hacer algo por el dolor del otro; estar con el dolor del otro. Es el periodismo de esperanza.