La muerte sigue siendo para todos nosotros un misterio, más allá de las convicciones que la fe puede dar. Más adentro y más profundo es una incógnita, que es bueno encarar, desnudos de seguridades. Cada uno la enfrentará si se le concede el tiempo de vivirla más o menos conscientemente. Aún Jesús, para quienes profesan la fe cristiana, se enfrentó solo a ella y se sintió desamparado. Quizás el miedo a la muerte tiene que ver con el miedo a lo desconocido.

Sin embargo lo que es para nosotros desconocido es la vida con sus imprevistos, sorpresas y riesgos.

Creo que uno de los aprendizajes fundamentales de la vida es aceptar perderse a uno mismo, y fundirnos en el amor total. El miedo a la muerte tiene que ver con el miedo al amor. Ambas cosas surgen de la misma raíz. Cuando el amor lleva a los seres humanos a trascenderse en el amor que se profesan, experimentan eso que muchos llamamos Dios.

Cada ser humano que realiza su propia experiencia tiene que atravesarla, comprenderla y trascenderla de alguna manera. Por eso nos cuesta tanto amar de verdad.

Por eso, además, las muertes violentas son tan traumáticas, tan sobrecogedoras, tan incomprensibles. Y tan difíciles de aceptar para quienes amaron a los que las padecieron. Es segar una vida, negar el amor, es el odio en su manifestación más total y cruel.

Niños preparados para matar y decapitar en el Estado Islámico, suicidas que matan a otros en nombre de dios y una lucha cualquiera que esta sea, guerrilleros que secuestran y matan a sus víctimas en nombre de la justicia social, sicarios que matan a sus víctimas por encargo, los 43 estudiantes asesinados en México y tantas otras muertes por tortura, muestran la depravación a la cual podemos llegar en nombre de una ideología, religión, o cualquier otra certeza convertida en valor absoluto.

Cuando empieza la época de Navidad parece más dura de entender porque todo invita a la convivencia, el encuentro, la alegría del compartir.

La Navidad es la fiesta del Nacimiento, de la vida, de la amistad, la luz y el regocijo. Hay una vibración especial en la sociedad y la ciudad toda que supera los ajetreos y las angustias económicas. Por unos días el entendimiento y el deseo de compartir parecen ser más importantes que los egoísmos que nos dominan.

La despedida del año que acaba, asociada a la quema-muerte del año que termina y la bienvenida al que comienza, con todos los ajetreos de cenas y cohetes invaden también desde ya las calles y las mentes de millones de personas en los preparativos de los encuentros.

Amo profundamente este tiempo, me enseña a vivir porque abre mi corazón a la amistad, el respeto y la alegría y me prepara a ese paso transcendental que todos debemos dar, abandonar esta vida para sumergirnos, es mi convicción más profunda, en el Amor total. La muerte es otro nacimiento. Cuando veamos cara a cara lo que hemos visto en un espejo y sepamos que la bondad y la belleza, la justicia y la paz, están de acuerdo. Cuando al mirar lo que quisimos lo veamos claro y perfecto, cuando comprendamos el Amor que nos ama y nos comuniquemos sin palabras, cuando gocemos de la compañía feliz de todos los que amamos y de todos los que tuvimos lejos. Cuando un suspiro de alegría nos inunde sin cesar, entonces seremos plenamente lo que somos.