El crecimiento ofrece un abanico de posibilidades. Todos nacimos pequeños. Los meses y los años nos convirtieron en adolescentes, jóvenes y adultos. Las peculiaridades propias de nuestro crecimiento nos transformaron. Esta columna destacó siempre la importancia de las ‘circunstancias’ en la formación del ser humano. Ningún educador, máxime el Estado, debe menospreciarlas. Ofrecer las circunstancias más favorables para la formación e instrucción de nuestros estudiantes es el punto de partida de toda programación que anhele la educación de niños y jóvenes aptos para grandes desafíos.

Las circunstancias son realidades cercanas a nosotros, uncidas por dos coordenadas inexorables: el tiempo y el espacio; con ellas nacimos y ellas serán nuestra mortaja. Enumero algunas circunstancias, en desorden, presentes en nuestro desarrollo: origen étnico, rol de los progenitores, época en que nacimos, dónde nacimos (Sierra, Costa, Oriente, ciudad, pueblo, barrio, campo); vinculaciones de nuestros padres (amistades, negocios, política, religión, capacidades y capacitación, recursos económicos, etcétera); centro de estudios donde nos formamos (profesores, ubicación, autoridades, espacios, medios audiovisuales, biblioteca, canchas, iglesia, dirigentes de curso, tutores, valores, costumbres, compañeros, clubes, concursos, estímulos, castigos). Todo esto y algo más, influyeron en nuestra formación. En mi caso, llevo muy dentro la apacible vida rupestre de mi infancia y las vivencias familiares bajo el cobijo de los abuelos.

Santa Elena provincia vive su pubertad; le falta un buen trecho para ser adolescente y llegar a la juventud. Tenemos provincias veteranas y provincias nacidas hace poco; las hay extensas y pequeñas en superficie; unas densamente pobladas, otras no. Veinte de las 24 provincias superan en territorio a Santa Elena y trece de ellas tienen mayor población. Esto significa que en 3.763 km² viven holgadamente 308 millones de ‘santaelenenses’. El desarrollo de esta joven provincia necesita acelerarse. La buena voluntad y los remedios parche no forjan el futuro de los pueblos. Hay circunstancias que constituyen frenos y obstáculos para su progreso. En apretada síntesis:

-La provincia de Santa Elena nace en un amasijo de aspiraciones legítimas y de intereses políticos coyunturales, con la carga de sus pecados originales; su economía debe hacer frente a nuevas realidades sin financiamiento presupuestado; las endémicas taras administrativas municipales no se esfuman, son un yugo fatal que impiden el crecimiento. Salinas carga con esa culpa hasta hoy; sus alcaldes, desde hace siete años repiten lo mismo: ‘el Municipio no es sujeto de crédito’. ¿Qué se puede hacer?

-Que el padrino mayor de la provincialización, RCD, disponga un borra y va de nuevo financiero; que reposen en la cárcel los malos administradores; que la Contraloría cumpla con sus funciones.

-Que se revisen los planes de desarrollo atendiendo a las circunstancias de una provincia muy rica en mar y en tierra.

-Que el trasvase Chongón-San Vicente (que se inaugura mañana con 30 años de retraso) devuelva la feracidad a Simón Bolívar, Manglaralto y Colonche).

-Que los maestros sean verdaderos líderes para el cambio de actitudes; se necesitan generaciones de creadores y emprendedores. ¿Qué pasa con la Unidad del Milenio de Cerezal de Bellavista? Una piedra en el zapato.

“La península de Santa Elena es una joya que debe brillar”.