Produjo un gran enojo entre los paraguayos que la bandera nacional estuviera puesta del revés en el mismo palacio presidencial de Carondelet en el encuentro entre Cartes y Correa. Fue un error del protocolo ecuatoriano que se encargó de entregar sus disculpas pertinentes al final de la cita presidencial hace unos días. El hecho anecdótico, sin embargo, sirve para demostrar el gran desconocimiento que existe entre nuestros países y lo poco que hemos hecho para conocernos y reconocernos. Un reciente informe de un organismo educativo norteamericano mostró que casi un millón de estudiantes extranjeros han escogido Estados Unidos para formarse en carreras universitarias. Es de lejos el destino preferido de los latinoamericanos. Hay un programa de Brasil cuyo objetivo es alcanzar los 100 mil. Si midiéramos cuántos estudiantes ecuatorianos estudian en Paraguay, y viceversa, las cifras nos indicarían que por más que los políticos condenan y cuestionan a Estados Unidos miles de sus estudiantes –incluido el presidente Correa– han elegido ese país para formarse y no algún país latinoamericano.

Nos llenamos la boca de integración, pero de lejos cualquier viaje en avión a algún destino norteamericano es más barato que desplazarse en la región. Además del costo, las peripecias que supone el viaje y el tiempo que se invierte. No hemos sido capaces los latinoamericanos de crear una compañía aérea de bandera compartida, como la SAS escandinava, que permitiera que el intercambio sea más fluido no solo desde el punto de vista académico sino también económico o turístico. Nos fascina lo que nuestros políticos desprecian por oportunismo de manera pública y no hemos sido capaces de crear proyectos de intercambio que permitieran conocernos y reconocernos. De ahí que no sea raro que la bandera de un país latinoamericano sea puesta cabeza abajo porque finalmente..., quién se daría cuenta. Eso no pasa con ningún país al que se califica de imperialista con los que somos cuidadosos en la forma y en el fondo.

La madurez necesaria que nos permita ganar respeto y consideración es todavía una materia por aprobar entre nosotros. Nos llenamos la boca de algo que no logramos ni internamente: integrarnos promoviendo el conocimiento entre los pueblos. Las expresiones grandilocuentes de Bolívar de que “para nosotros la Patria es América” no se convierten en realidad solo porque se las repite una y otra vez. Para lograrlo hay que trabajar duro y hay que hacer que lo que se dice se concrete en la práctica.

La educación es buen camino pero esta puede ser peligrosa para los que pretenden mantener a América Latina en el desconocimiento y la ignorancia. Muchos gobiernos no quieren pueblos que piensen y cuestionen a sus gobiernos, de ahí que una educación mediocre es un “buen negocio” para los gobernantes que pueden decir una cosa y hacer otra diferente.

Una referencia cartográfica de los continentes que circula es aquella que muestra que los países del norte en realidad pueden ser del sur y viceversa y que las convenciones y referencias magnéticas son solo apuestas de conveniencia. En realidad lo que debemos hacer es promover el conocimiento y el reconocimiento de los pueblos latinoamericanos, de tal manera que no solo las banderas no estén puestas de manera equivocada sino que avancemos más para evitar que los errores y los discursos políticos inoportunos sumen a los pueblos en la ignorancia y la dependencia.

Si midiéramos cuántos estudiantes ecuatorianos estudian en Paraguay, y viceversa, las cifras nos indicarían que por más que los políticos condenan y cuestionan a Estados Unidos miles de sus estudiantes –incluido el presidente Correa– han elegido ese país para formarse y no algún país latinoamericano.