La verdadera carga del Estado sobre la sociedad es su tamaño y envergadura. El tamaño del Estado ecuatoriano ha crecido de manera voraz: el déficit que se proyecta en el presupuesto de 2015 ($ 8.806 millones) está muy cerca del total de lo que gastaba el Estado hace no muchos años: $ 9.927 millones en 2006. El gasto público excesivo, lejos de ser algo necesario para el desarrollo económico del país, es un obstáculo. Desde 2007 se han creado más de 10 ministerios nuevos y 11 secretarías. ¿Cómo se lo puede controlar?

Esta no es la primera vez que Ecuador experimenta una bonanza petrolera ni es la primera vez que las vacas gordas le sirvieron a nuestro liderazgo político de turno para engordar al Estado. Durante la primera bonanza petrolera el Estado ecuatoriano pasó de consumir 9,5% del PIB en 1965 a consumir 22,5% del PIB en 1980. La rama ejecutiva pasó de tener 26 organizaciones y ministerios bajo su mando en 1950 a 99 en 1980. Además, se crearon 61 empresas estatales entre 1971 y 1990.

Esta tampoco sería la primera vez que un modelo estatista, aupado sobre la ola de un barril de petróleo caro, fracasa y requiere de dolorosos ajustes. La euforia estatista de los setenta derivó en la “década perdida” de los ochenta.

Algunos pensarán que estando el consumo del Gobierno general en alrededor de 43% del PIB en 2014, sería recesivo intentar reducirlo. Pero es hora de empezar a discutir cómo, al menos, frenar su crecimiento.

Primero habría que empezar por devolverle sensatez al sector público ecuatoriano. Entre 2002 y 2006 Ecuador crecía a una tasa promedio de 4,9%, tasa ligeramente superior al promedio de 2007-2012 que fue de 4,3%. Es decir, crecíamos a una tasa similar sin tanto ministerio y tanta secretaría, y con aproximadamente 100.000 burócratas menos.

Pero hay que realizar una reforma más profunda para que no vuelva a sobredimensionarse el Estado durante una próxima bonanza y esta reforma podría ser el establecimiento de un límite al crecimiento del gasto público, de tal manera que este siempre crezca a una tasa más baja que el crecimiento de la economía privada. Por ejemplo, si se estima que el PIB nominal de Ecuador tendrá un promedio de crecimiento de 4% al año durante los próximos 10 años, entonces se limitaría el crecimiento del gasto público a un 2% al año durante el mismo periodo. De esta manera, el gasto seguiría creciendo y aún así eventualmente se reduciría el consumo general del Estado como porcentaje del PIB. Así lo han hecho, en distintos periodos, economías tan diversas como Alemania, Canadá, Eslovaquia, Estonia, Irlanda, Islandia, Italia, Letonia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Singapur, Suecia y Suiza. Para destacar tan solo uno de estos ejemplos: el gasto del gobierno sueco creció a una tasa promedio de 1,9% entre 1992 y 2001 y el gasto público cayó en 15 puntos de porcentaje del PIB. Esto ayudó a restaurar el crecimiento y también generó un superávit en el presupuesto.

Por supuesto que difícilmente se realizarán estas reformas mientras persista la convicción estatista en quienes nos gobiernan y en la opinión pública. Por mi parte, considero que un modelo de desarrollo exitoso no depende altamente de la suerte ni de grandes planes nacionales impuestos desde arriba.