Decantadas las fiestas, quiero reflexionar sobre nuestras dos ciudades principales. La democracia también se asienta en relaciones territoriales surgidas de nuevas situaciones urbanas y de transformaciones agrarias. Ecuador es el país más densamente poblado de América del Sur y presenta una red formada gruesamente por tres segmentos. Un tercio son Guayaquil y Quito, las ciudades conurbadas (pegadas, que comparten infraestructuras y servicios) y los entornos rurales; otro tercio es la población ubicada en las otras ciudades –entre las que quiero destacar a las 19 ciudades con más de 50.000 habitantes, casi una quinta parte de la población total–; y el tercio restante es la población rural.

En las dos metrópolis nacionales se asientan bases de capital social –del que nace la confianza en las instituciones– y procesos productivos de alta significación –economías propiamente urbanas–. Son las sedes principales de la modernidad nacional, de las que surgen redes de relaciones entre actores urbanos, y han procesado históricamente el tránsito del país desde su origen rural.

Ecuador es hoy un país sustentado en nuevas bases sociales de la democracia, surgidas del desarrollo urbano y de nuevas situaciones de desarrollo agrario vinculado a la dinamia de las ciudades intermedias y pueblos. Desde los años setenta hasta la actualidad se han conformado dos redes urbanas regionales. En la Costa, asentamientos humanos “dormitorios” laborales de las unidades agrícolas, y en la Sierra, esos asentamientos presentan características de incipientes economías urbanas.

En los años sesenta, la opinión política seguía la ruta de los intercambios migratorios y de las interrelaciones entre la Sierra y la Costa. Posteriormente, en los años setenta, la migración entre regiones se volvió secundaria y se privilegió la migración dentro de la Sierra y dentro de la Costa. Esto pudo exacerbar la conformación de regiones “opuestas” ya que se habían debilitado los nexos reales de intercambio entre regiones y entre sus actores sociales. Sin embargo, esta función ha sido ocupada, ahora, relativamente, por medios de comunicación y por la interpenetración de segmentos de capital originados en cada región.

Pero la otra novedad es que han surgido cuencas territoriales provinciales que si bien se vinculan a la opinión originada en la ciudad principal históricamente más próxima, han adquirido creciente autonomía para la formación de sus coaliciones sociopolíticas tanto como para vincularse directamente con la formación de la opinión pública mediática local y nacional.

Así, se ha modificado la formación de la opinión política que, si bien tiene asientos regionales o en cuencas específicas de desarrollo, busca tendencialmente intercambios interterritoriales más fluidos. Esto redunda en nuevas formas de movilización política de territorios e instituciones. A su vez, las bases sociales locales están conformadas por actores asentados en redes de ciudades de toda dimensión.

Cabe resaltar que este afincamiento de los generadores de opinión en los procesos urbanos crea formas de “democracia local” que, sin estar ajenas a las formas clientelares tradicionales, densifican los procesos políticos y generan formas de poder y localidad/regionalidad, bajo nuevas coordenadas en la construcción del régimen político.

El crecimiento urbano sigue siendo bipolar. Guayaquil, junto con las ciudades conurbadas –Samborondón y Durán–, es el 10% más grande que Quito –con Mejía y Rumiñahui–. De seguir la dinámica poblacional, Quito en el 2025 será la ciudad más grande. Este tema no importa. Más bien complica. Un crecimiento poblacional no administrado de los asentamientos humanos es de alta peligrosidad para el desarrollo y para la democracia. Las dos ciudades son las metrópolis nacionales de Ecuador de funcionalidades distintas.

Sin embargo, Guayaquil y Quito ya no representan la especialización tradicional: Quito fue sede de la sociedad civil y política, mientras que Guayaquil fue sede del capital y de la relación comercial internacional. Ahora son asientos de importantes organizaciones sociales y de grupos de capital que se expanden hacia la otra región y focos de opinión política de la nación.

En varios análisis se ha pretendido criticar que las dos ciudades no tengan un comportamiento electoral similar y una distribución electoral “equilibrada” como condición de la conformación de actores políticos “nacionales”. Si bien existe un anclaje provincial de los actores electorales, estos resultados no son producto del “regionalismo” de los actores, sino que ahora, crecientemente, son expresiones territoriales cada vez más modernas de las ciudades y de las regiones-provincias. Las diferencias territoriales en el desarrollo y en la opinión política no son necesariamente signos de premodernidad y/o de deficiente desarrollo nacional.

El país cambió durante la democracia. Hoy es otro. Más allá de lo que nos dicen todos los días.

Un crecimiento poblacional no administrado de los asentamientos humanos es de alta peligrosidad para el desarrollo y para la democracia. Las dos ciudades son las metrópolis nacionales de Ecuador de funcionalidades distintas.