En el artículo de la semana pasada informé que el sínodo acerca de la ‘Familia’ tiene dos etapas. La primera estaba destinada para ver, lo más posible, con los ojos de Cristo las angustias y esperanzas de familias tan diversas; no aún para decisiones. Esta etapa terminó el 19 de octubre. Informé también que el papa Francisco invitó a los obispos delegados a hablar clara y responsablemente, a riesgo de que algunas personas se escandalicen. Es mejor para la sociedad información libre y abundante. Especialmente los obispos debemos estar permanentemente abiertos a una mayor asimilación del querer de Dios, hoy y aquí, para mujeres y hombres, que transitan por caminos diversos. Nuestro libreto es Cristo, que habla en la historia humana con palabras de amor, libertad, responsabilidad. Dios, para hablarnos, se sirve no solo de nuestras filosofías –esencialista y existencialista– sino del Corazón de su Hijo humanado; Buen samaritano que no pregunta quién es el herido; solo le importa que está herido.

Como sabemos, el papa invitó a los delegados a que expresen con libertad también las divergencias, para ser fieles a Dios y al hombre. Hubo las normales tensiones. También en el Concilio Vaticano II observé tensiones. Entonces valoré más el Primado de Pedro, como don de Cristo para la unidad de la Iglesia.

¿En qué radica la diversa percepción de la problemática acerca de la familia? En la identidad del cristiano y de su vida de fe: El bautizo, haciéndonos partícipes de la vida de Cristo, como las ramas participan de la savia del tronco (Juan 15) nos hace nuevas creaturas (2 Cor. 5,17). El Bautizo no nos introduce en un ambiente meramente legal, en una asociación meramente existencial; introduce nuestro ser en una nueva dimensión, en la que participamos de la vida de Cristo, Hijo de Dios y hombre, Así mismo el pecado en su radicalidad, o sea en el rechazo expreso a Dios, no es meramente existencial; de acuerdo a la fe cristiana, es la pérdida de participación de la vida de Cristo. El Sacramento de la Comunión nos une en la vida divina y con ella nos alimenta; no es una ceremonia de socialización.

El Sacramento del Matrimonio da vida a una nueva realidad: “Serán los dos una sola carne” (Marcos 10, 8). ¡La tensión no es vanal! Si hay una realidad nueva, no se puede disolver. Numerosos matrimonios celebrados eclesiásticamente son nulos, si hubo impedimentos para su validez. Hay que determinar con objetividad, y también con agilidad, la existencia de impedimentos dirimentes. Este es un amplio campo para la ayuda de un buen pastor… La comunión eucarística sería posible, removidos posibles escándalos.

Amplio es el ámbito de búsqueda de alimentos y medicamentos para familias sanas y heridas. En la segunda etapa del sínodo habrá propuestas desde enfoques esencial y existencial y, por supuesto, desde el enfoque creador de la misericordia.

El papa, hoy como ayer, no es el señor supremo, sino el supremo servidor, que ayuda a descubrir la voluntad de Dios, manifestada por Cristo, la Buena Noticia de Dios.