La violencia conlleva un costo enorme para nuestro mundo. A nivel global, el costo alcanza a más del 11% del PBI mundial, y para Ecuador el costo social anual de la violencia puede llegar a casi $ 20 mil millones. Pero esto no se refiere principalmente a la violencia muy visible que domina la televisión y las noticias.

Las guerras civiles y los conflictos retumban demasiado tiempo en demasiados lugares como Siria y África, y son devastadores para los involucrados. Los economistas han medido los costos de todos estos conflictos, desde la cifra de muertos por las guerras civiles, las guerras regulares, el terrorismo, junto con los costos de los refugiados,  pero también incluyendo el modo en que los conflictos pueden arruinar el crecimiento económico de los países durante décadas. Sin embargo, su impacto total, aunque es importante en focos específicos, es globalmente bastante pequeño, con un costo total de alrededor del 0,2% del PBI mundial.

Pero, sorprendentemente, otras formas de violencia son probablemente un problema mucho mayor y que, sin duda, merecen más de la atención mundial. Este es el argumento de James Fearon y Anke Hoeffler en un nuevo trabajo de investigación para el Copenhagen Consensus.

Considere la cruda realidad de que, por cada muerte en el campo de batalla de una guerra civil, aproximadamente nueve personas son asesinadas. Si se mide el costo total, no solo de los homicidios  sino de las agresiones y el miedo asociado a ellas, el costo global alcanza a más del 1,4% del PBI. Para América Latina, debido a los índices de criminalidad más altos, el costo es de más del 4% del PBI de la región. Esto no quiere decir que la región pierde unos 300 mil millones al año por esta violencia, sino más bien que si pudiéramos evitar estos asesinatos y agresiones, la región estaría en mejores condiciones, de modo tal que podría equivaler a que todos sean un 4% más ricos.

Pero incluso los asesinatos no son la parte más importante de la violencia. El impacto más devastador de la violencia proviene de dos áreas que se suelen olvidar, y el análisis económico nos muestra por qué tenemos que prestarles mucha más atención.

La primera área es el abuso infantil: en todo el mundo, muchos niños todavía tienen una crianza muy violenta. Casi todos los padres usan la disciplina no violenta, explicando por qué cierto comportamiento estuvo mal y tal vez quitando privilegios. Pero cada mes, más del 15% de todos los niños experimenta lo que la ONU llama castigos físicos severos. Se los abofetea en la cara, la cabeza y las orejas, y un 4% recibe una paliza con algún implemento, siendo golpeados una y otra vez lo más fuerte posible. Este es el destino de 290 millones de niños en todo el mundo cada mes, con 21 millones de estos casos ocurriendo en América Latina.

Los economistas calculan el costo que acarrea dicho abuso infantil, no solo los costos evidentes producto del aumento de las intervenciones para el bienestar infantil, sino también de la pérdida bien documentada de los ingresos futuros de un niño abusado. El costo mundial total alcanza la asombrosa suma de $ 3,5 billones al año. Para Ecuador, el costo se estima en casi $ 10 mil millones.

La violencia contra las mujeres representa el mayor costo mundial; incluye el infanticidio femenino, la mutilación genital y la incitación a las viudas a suicidarse. Pero mucho más importante es el costo de la violencia en la pareja, incluyendo el ser abofeteada, empujada, atropellada, pateada, estrangulada o quemada a propósito y forzada a tener sexo. 28% de todas las mujeres en el África subsahariana informó esa violencia en el último año. Durante los últimos 12 meses, esta violencia ha afectado a más del 12% de las mujeres en América Latina.

El costo total de este tipo de violencia contra la mujer alcanza a 4,4 billones al año, o alrededor de 10,5 mil millones solo para Ecuador.

El mundo y la ONU están tratando de responder ahora a la pregunta: ¿Qué clase de mundo quiere en el 2030? La meta es encontrar los mejores objetivos en los cuales el mundo debe concentrarse.

Por eso, mi grupo de expertos, el Copenhagen Consensus, les ha pedido a algunos de los principales economistas del mundo que examinen los costos y beneficios económicos, sociales y ambientales de muchos objetivos diferentes propuestos, desde áreas como la salud, alimentación y educación, hasta el escabroso tema de la violencia.

Los economistas consideran que el objetivo de reducir las guerras civiles se podría lograr con un despliegue más activo de fuerzas de mantenimiento de la paz. Si bien son costosas, podrían ayudar a prevenir futuras guerras civiles, y el análisis muestra que cada dólar gastado podría generar entre 2 y 7 dólares en beneficio. También consideran que el cambio de las leyes sobre el alcohol podría reducir parcialmente las agresiones: en el Reino Unido tal cambio ha reducido las agresiones tanto que los beneficios superaron al costo 17 a 1.

Para reducir la violencia contra las mujeres y las niñas, un programa en Uganda promueve la idea de que la violencia contra una pareja es inaceptable, y ha reducido a la mitad el nivel de violencia. Mientras que un programa de este tipo parece una gran idea, aún no contamos con el análisis que demuestre cuánto beneficio genera por cada dólar invertido.

La reducción de la violencia contra los niños podría beneficiarse con el fortalecimiento de los servicios sociales. Estudios realizados en el estado de Washington muestran que los programas de visitas domiciliarias pueden reducir el abuso de menores y, por lo tanto, reducir más aún el gasto en bienestar infantil y litigio, a la vez que ayuda a los niños a evitar los costos de salud médica y mental, y calidad de vida. Por cada dólar gastado los beneficios podrían alcanzar los 13 a 14 dólares.

Ahora necesitamos iniciar un diálogo para determinar cuáles son los objetivos que queremos establecer a nivel mundial. Conocer los costos y beneficios de reducir la violencia es una parte de ese rompecabezas.

El impacto más devastador de la violencia proviene de dos áreas que se suelen olvidar, y el análisis económico nos muestra por qué tenemos que prestarles mucha más atención.