Puedo entender el desasosiego y el desconcierto que invaden al paciente (y a su familia) a quien se le comunica que padece de una enfermedad neurológica degenerativa. Que una enfermedad sea degenerativa implica una condena: irreversibilidad e incurabilidad. La vida y las proyecciones hechas sobre ella cambian en ese preciso momento. La angustia y la incertidumbre toman fuerza y, aunque sea distinto en cada persona, empieza el lento proceso de aceptación del diagnóstico. Algunas enfermedades neurodegenerativas serán más llevaderas que otras; en algunos casos la mortalidad será temprana, y en otros la morbilidad de su carácter crónico marcará un camino sombrío. Todas, sin embargo, tienen una característica común: en este momento no hay curación para ellas.

Las investigaciones científicas han ido avanzando vertiginosamente, a partir de los trabajos de manipulación genética en animales con utilización de células madre embrionarias (Premio Nobel de Medicina 2007). El asunto generó un debate científico y ético intenso, y permitió ampliar las investigaciones hasta la “reprogramación” (en laboratorio) de células maduras para que se “conviertan en células inmaduras capaces de transformarse en cualquier tipo de tejido” (Premio Nobel de Medicina 2012). Nacía así la posibilidad de que en algún momento se pudieran “fabricar” células nuevas, capaces de reemplazar a aquellas que mueren en las enfermedades degenerativas.

Una condición humana dolida y frágil ante un diagnóstico tan duro se vuelve ávida y vulnerable ante el ofrecimiento de cualquier tratamiento alternativo. Ofrecer mejoría y hasta curación con terapias celulares diversas, incluyendo células madre, se ha vuelto una práctica común, sin asidero científico. En cuanto a Parkinson se refiere, la Sociedad de Movimientos Anormales ha advertido al mundo sobre la existencia de numerosas empresas comerciales que ofrecen “terapias con células madre” para muchas enfermedades neurológicas, mediante la inyección de “células madre” por vía intravenosa o a través del líquido cefalorraquídeo, e incluso en el cerebro. Utilizan células madre aisladas, cuyo destino de transformación se desconoce. Desde el punto de vista científico se requeriría elegir y diseñar las células más apropiadas, transformarlas en células nerviosas normales y específicas (con el neurotransmisor específico), inyectarlas en el sitio correcto, hacerlas conectarse con otras células remanentes comunicándose con ellas sin causar efectos adversos. Una utilización inadecuada de las células madre tiene el riesgo potencial de desarrollar tumores.

La Sociedad de Movimientos Anormales desea informar sobre el “turismo de las células madre y otras terapias celulares” como un tema particularmente grave, pues los tratamientos son llevados a cabo sin el apoyo de la investigación científica. Hasta el momento los experimentos se han realizado en animales, con resultados variables. Hay reportes de adecuada regeneración miocárdica en macacos con cardiopatías, utilizando células madre embrionarias humanas. En cuanto al campo neurológico, las investigaciones en medicina regenerativa continúan a pasos agigantados. Hace poco tiempo, un equipo valenciano de neurobiología molecular reportó nuevas formas de modular las células madre experimentando en ratones. Pero, aún nada está dicho de manera definitiva y queda mucho por hacer. Los ensayos clínicos deben someterse a un proceso de investigación reconocido y afiliado a una institución académica, y los resultados deben publicarse obligatoriamente.

Mientras tanto, hay que estar atentos a ofrecimientos terapéuticos que se aprovechan de la indefensión y la desesperanza del enfermo.