El informe publicado el pasado domingo por este Diario reveló que Ecuador es lugar de origen, tránsito y destino de personas con fines de explotación.

El delito de la trata de personas –una forma moderna de esclavitud– tiene diversas modalidades: explotación sexual, laboral, mendicidad y servidumbre, entre las más comunes. Las víctimas son llevadas a Colombia, Perú, Chile y Argentina, sobre todo para explotación sexual y laboral. A Ecuador llegan de Colombia y Cuba.

En el interior del país la explotación de personas se da en un gran número de provincias, con mayor incidencia en Pichincha, Guayas y Esmeraldas. Mientras que la captación de víctimas ocurre en Santo Domingo de los Tsáchilas, Sucumbíos, Chimborazo e Imbabura. A veces son sus padres quienes autorizan la salida de los menores a otros países a trabajar. En otras ocasiones se emplea la seducción u ofertas de altos salarios que se promocionan incluso por redes sociales.

Entre 2012 y 2014 se recibieron 371 denuncias de este tipo, 20 tuvieron sentencia condenatoria. Es difícil perseguir un delito en el que hay complejos componentes: pobreza extrema, víctimas en edades vulnerables, crimen organizado y machismo.

En contraste, Suecia, desde 1999, penaliza al cliente que compra servicios sexuales con un año de cárcel y trata a la mujer como una víctima de violencia de género. Innovadora postura que asume la prostitución no como una cuestión de moral, sino de igualdad, de derechos humanos. Otros estados lo han imitado.