Existe una rama de la planificación que pretende explorar más allá de lo urbano y lo regional. Su enfoque está en las variantes imprevistas dentro del contexto a planificarse; así como en los patrones establecidos a la hora de definir un plan maestro. Dicho de otra forma, esta planificación –casi de laboratorio– se concentra en los vacíos que ocurren entre los procedimientos usados por los planificadores, y los imprevistos que dichos procedimientos esconden al momento de tomar decisiones a largo plazo.

Los eventos que pueden impedir la materialización efectiva de un plan pueden ser medidos según su relevancia y su probabilidad. Aquellos sucesos de poca probabilidad, pero de muy alta relevancia, se los conoce como eventos “Cisne Negro”; y son los que más daños causan a los pobladores de un área determinada. El vórtice polar “Sandy” y el huracán “Katrina” son ejemplos perfectos de este tipo de anomalías.

A comienzos de este año, el sureste de los Estados Unidos se vio afectado por un temporal frío, que cubrió con una fina capa de nieve al área existente entre Alabama y Georgia. Las nevadas en dicha región son excepcionales, pero no inexistentes. Sin embargo, la extensión territorial afectada por la nevada fue lo suficientemente grande como para hacer que la ciudad de Atlanta colapsara. Hubo personas atrapadas en sus vehículos, en medio de las carreteras. Algunas escuelas se vieron forzadas a dar refugio a sus estudiantes, pues estos no podían ser recogidos por sus padres. Y aunque esto puede sonar risible (sobre todo para los habitantes del norte americano), todo esto ocurrió con una fina capa de apenas dos pulgadas de nieve, que fue lo suficientemente extensa como para asfixiar una ciudad.

En el ámbito climático, las excepciones están apareciendo de manera mucho más recurrente. Hace un par de semanas, la frase de “más extraño que nevada de verano” perdió su vigencia en Canadá y en Minnesota. Paralelamente, la ciudad de Quito se vio cubierta de blanco por una granizada que se caracterizó por ser mucho más intensa de lo normal. Poco después, un torbellino de aire –semejante a un pequeño tornado– afectó a un considerable número de viviendas en el sector. Ecuador no está libre de estas peligrosas excepciones.

Vivimos tiempos de incertidumbre en nuestro planeta. La meteorología no es el único ámbito donde podemos encontrar “cisnes negros”. La economía es otro campo donde los imprevistos pueden generar secuelas dantescas, tal como las ocurridas en el año 2008.

Nuestra sociedad global de hoy se desplaza entre incertidumbres. Quizás siempre lo hemos estado, y recién estamos adquiriendo conciencia de ello. Como resultado de todo esto, la investigación convencional, que se conformaba con el establecimiento de leyes sustentadas en la causa y el efecto, está volviéndose insuficiente. Comienza ahora a tomar fuerza el estudio de la fenomenología “posnormal”, donde los factores que quiebran a una norma adquieren una relevancia crítica y fundamental, si lo que se busca es darle continuidad a un plan, o nuestra existencia como sociedad y como especie.